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Lena.

Ya no me quedaban lágrimas para llorarle.
Ya había pasado toda una semana haciéndolo por su mal trato, que a estas alturas, lo único que podía hacer era sentir pena por todo el tiempo perdido.

Le dediqué un año de mi vida a hacerle entender que no podría haber una persona más en el mundo con quien yo quisiera estar, y aun así, no fue suficiente para él.

Le perdoné miles, acepté casarme con él.

Ya no había nada en mis manos que yo pudiera hacer para hacerle entrar en razón.

Ya no era mi problema.

Ponerme en una situación tan incómoda como lo fue hacerme escoger entre quedarme en su departamento o irme al infierno, fue algo bajo que jamás iba a perdonarle.

Todas las veces anteriores en que nos peleamos, al menos tenía una pizca de esperanza.
Al final del día siempre terminábamos hablando nuestros problemas y solucionándolos, y volvíamos a nuestras vidas normales que en ese entonces a mí me parecían perfectas.

¿Pero qué clase de vida perfecta puede tener una persona que tiene cuadros de depresión y ansiedad al menos una vez al mes?

Era ingenua y claramente intentaba engañarme a mí misma.

Sólo estaba viviendo una fantasía que enmascaraba un noviazgo nocivo y mortífero.

Habían momentos en los que incluso envidiaba a mi padre.

No ser capaz de sentir amor sexual o romántico por una persona sonaba de puta madre.

Y más si esa persona se trataba de Grayson.

Deseaba con todo mi ser poder borrar los sentimientos que tenía por él. Deshacerme de ellos como si de basura se tratara.

Pero no.
No podía.

Y no podría jamás.

No mentí cuando dije que el amor que sentí y siento por Grayson es y será siempre el más intenso y verdadero que podré sentir en toda mi existencia.

Lástima que para él eso no sea suficiente.

El edificio en el que estaba mi departamento era muy diferente a cualquier otro que hubiera visto antes.

Cada piso contaba con sólo dos apartamentos, uno frente al otro.

Al menos sólo tendría que lidiar con un vecino.

Subí el elevador hasta el último piso del edificio, donde se encontraba mi penthouse.

Ya estaba amueblado y tenía prácticamente todo funcionando. Luz, agua, cable. Y una que otra banalidad más.

Lo único que quería era entrar y echarme a dormir en mi cama.

Pero antes de siquiera poder entrar, y hablando de vecinos...,

—Hola -Dijo por mi espalda una voz masculina, tomándome por sorpresa.

Volteé a encararlo, encontrándome con un chico de al menos veinticuatro años, alto, rubio y con unos ojos tan azules como el cielo.

Venía subiendo las escaleras, cosa extraña ya que teníamos dos elevadores perfectamente funcionales.

—Hola..., -Eran esos momentos cuando la Lena tímida de antes salía a relucir.

—Soy Aiden. Vivo en el apartamento de al lado.

Tendió su mano frente a mí, parándose muy cerca.
La estreché sin darle mucha importancia.
No pensaba convivir con él.

In love with the fuckboy Donde viven las historias. Descúbrelo ahora