III

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10 de Noviembre
Oh, querido Diario: siento haberte tenido tan abandonado, pero estuve muy ocupada. Aquí me tienes, preparando ya la fiesta de Acción de Gracias y, luego, la Navidad. La semana pasada vendimos la casa a los Dulburrows y sus siete críos. Yo bien habría deseado vendérsela a una familia menos numerosa. Me da rabia pensar en esos siete muchachos subiendo y bajando por nuestra hermosa escalinata, con sus dedos sucios y pegajosos sobre las paredes y sus mugrientos pies sobre la cerámica blanca de mamá. Cuando pienso en cosas así, de repente, no quiero irme. Tengo miedo. He vivido en esta habitación todos mis quince años, todos mis 5.530 días. He reído y he llorado; he gemido y he refunfuñado en este cuarto. He amado gente y objetos y los he odiado. Ha sido una parte enorme de mi vida, de mí misma. ¿Seremos los mismos cuando nos encerremos entre otras paredes? ¿Tendremos distintos pensamientos y diferentes emociones? ¡Oh, mamá, papá!, tal vez cometamos un error; quizá estemos dejando atrás demasiado de nosotros mismos.
Querido y precioso Diario: te estoy bautizando con mis lágrimas. Sé que debemos irnos y que algún día tendré que dejar incluso el hogar de mis padres para formar el mío. Pero siempre te llevaré conmigo.

30 de Noviembre
Querido Diario:
Siento no haber hablado contigo el día de Acción de Gracias. ¡Fue tan agradable! Los abuelos estuvieron dos días con nosotros y evocamos los viejos tiempos, sentados sobre el suelo de la sala. Papá ni siquiera fue a su despacho en todo ese tiempo. La abuela nos hizo caramelo espumoso, como nos solía hacer cuando éramos pequeños. Hasta papá se chupó los dedos. Todos nos reímos mucho, y Alex se llenó el pelo de caramelo y al abuelo se le atascó en la dentadura postiza y casi nos pusimos histéricos de tanto reír. Sienten mucho que nos mudemos tan lejos de ellos; nosotros también lo lamentamos. El hogar, sin los abuelos de vez en cuando, no será el mismo. Realmente, espero que papá haya acertado al decidir el traslado.

4 de Diciembre
Querido Diario:
Mamá no quiere que siga haciendo régimen de adelgazamiento. Entre nosotros, te diré que eso no es asunto suyo. Es cierto que las dos últimas semanas he tenido un resfriado, pero yo sé que no lo provocó la dieta ¿Cómo puede ser tan estúpida e irracional? Esta mañana, como acostumbro, yo estaba tomando la mitad de un pomelo como desayuno, y me obligó a comer una rebanada de pan integral, revoltijo de huevos y un trozo de tocino. Lo más probable es que todo esto tenga cuatrocientas calorías, tal vez seiscientas o setecientas. No sé por qué no ha de dejarme vivir mi vida. Aella no le gusta yerme como una vaca, a nadie le gusta, ni a mí misma. Me pregunto si no debería meterme el dedo en la garganta después de cada comida, a fin de vomitaría. De nuevo me obliga a cenar, precisamente cuando había bajado de peso hasta casi el que yo quería y ya no tenía que combatir los calambres de hambre. ¡Oh, qué problema son los padres! Esta es una cuestión, Diario, de la que no debes preocuparte; sólo yo. Me imagino que no has tenido suerte conmigo. No soy ninguna ganga.

10 de Diciembre
Cuando te compré, Diario, iba a escribirte religiosamente todos los
días, pero a veces no pasa nada digno de ser escrito, y otras veces estoy demasiado ocupada, demasiado aburrida, demasiado enfadada, demasiado preocupada o demasiado yo misma para hacer algo que no sea obligatorio. Supongo que soy una amiga bastante asquerosa, incluso contigo. De todos modos, me siento más cerca de ti que de Debbie, de Marie o de Sharon, que son mis mejores amigas. Incluso con ellas no soy realmente yo misma. En parte soy otra; tratando de encajar, de decir cosas apropiadas, de hacer las cosas requeridas, de estar en el lugar más indicado, de vestir como visten todos. A veces pienso que cada uno trata de ser la sombra de otro; compramos los mismos discos y hacemos como los demás, aunque no nos guste. Los muchachos son como robots, piezas en línea para el montaje, y yo no quiero ser un robot.

14 de Diciembre
Vengo de comprar, como regalo de Navidad para mi madre, el más
maravilloso de los broches de una sola perla. Me ha costado nueve dólares cincuenta centavos, pero los vale. Es una perla de cultivo, lo cual quiere decir que es auténtica. Se parece a mamá. Suave y brillante, pero sólida y resistente en su interior, confío en que no parecerá fuera de lugar. ¡Oh, espero que le guste! ¡Quisiera tanto que le gustara y que, por la perla, le gustara yo! Todavía no sé qué comprarles a Tim y a papá, pero es más fácil comprar para ellos. A papá me gustaría regalarle un bonito plumero dorado, para que lo coloque sobre el nuevo escritorio de su flamante despacho, y que le hiciera pensar en mí cada vez que lo viera, incluso en medio de conferencias tremendamente importantes con todos los cerebros que rigen en el mundo; pero, como de costumbre, no puedo permitirme más que una fracción de las cosas que quiero.

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