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17 de Septiembre
Hoy el colegio ha sido una pesadilla. Temía encontrarme con Roger en
cada rincón y, sin embargo, tenía miedo, desesperadamente, de no verlo. Me decía: «Algo debe haber pasado y él tendrá una explicación». A la hora de comer tuve que decir a las muchachas por qué no aparecía. Fingí que no me importaba pero, ¡oh, Diario!, por supuesto que me importa. Tanto me afecta que siento como si dentro de mí todo se hubiera hecho pedazos. ¿Cómo puedo sentirme tan miserable, turbada, humillada, apaleada, y hablar todavía, funcionar, sonreír y, concentrarme? ¿Cómo pudo hacerme esto Roger? Yo no le haría daño ni a una mosca. No podría lastimar a nadie ni física ni emocionalmente. ¿Cómo, entonces, puede lastimarse la gente con tanta saña? Incluso mis padres me tratan como si fuera una estúpida, un ser inferior y sin remedio. Me imagino que siempre defraudare. Seguramente no estoy a la altura de lo que quisiera ser.

19 de Septiembre
Cumpleaños de papá. Nada especial.

20 de Septiembre
Hoy es mi cumpleaños. Tengo quince años. Eso sería todo.

25 de Septiembre
Querido Diario:
Hace ya casi una semana que no escribo porque no me ha ocurrido nada interesante. Los viejos y estúpidos profesores de siempre, enseñando las mismas estupideces de siempre en la vieja y estúpida escuela de siempre. Tengo la impresión de estar perdiendo interés por todo. Al principio creí que el colegio sería divertido, pero es un total aburrimiento. Todo es una lata. Tal vez se deba a que estoy creciendo, a que la vida se va volviendo más asquerosa. Julie Brown organizó una fiesta, pero no fui. He engordado más de tres kilos: tres feos, grasientos, torpes, babosos kilos, y ya nada me queda bien. Empiezo a tener un aspecto tan fofo como mi estado de ánimo.

30 de Septiembre
¡Estupendas noticias, Diario! Nos cambiaremos de casa. Papá ha sido solicitado como decano de la facultad de Ciencias Políticas en... ¿No es excitante? Tal vez ahora las cosas sean como antes, como cuando yo era más niña. Quizás mi padre vuelva a dar clases en Europa cada verano, y entonces, como acostumbrábamos, iremos con él. ¡Oh, qué tiempos tan entretenidos aquélíos! Voy a ponerme a dieta. Cuando nos cambiemos de casa seré otra persona. Ni un mordisco más al chocolate, ni una papa frita volverá a cruzar mis labios hasta que no haya perdido cinco kilos de redondeces y de bultos de grasa. Voy a renovar com pletamente mi vestuario. ¿Qué me importa el ridículo Roger? Confidencialmente te diré, Diario, que todavía me importa. Supongo que siempre le amaré, pero antes de que nos vayamos, cuando yo esté más delgada, y mi piel, ahora fofa, sea tersa como el raso y los pétalos de rosa, cuando tenga vestidos como de modelo, entonces me pedirá que salga otra vez con él. ¿Voy a darle un plantón, a dejarlo colgado, o - me temo que sí- seré débil y volveré con él?
¡Oh, por favor, Diario, ayúdame a ser fuerte y firme! Ayú- dame a hacer gimnasia cada mañana y noche, a limpiar ¡ni cutis, a comer debidamente, a ser optimista y agradable, y positiva y risueña. ¡Quisiera tanto ser alguien importante, o, sencillamente, que de vez en cuando me invitase algún muchacho! Tal vez la nueva «yo» sea diferente.

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