XIV

259 9 0
                                    

8 de Octubre
He convencido a Richie de que sería más fácil revender ácido que
hierba, pues éste se puede transportar como si llevásemos sellos, o chicle, sin dejar rastro de pelusa ni exponernos a que cualquier chivato idiota sepa lo que cargamos en el bolso.
Richie es tan bueno, tan bueno, tan bueno... Y el sexo, con él, es como relámpago, arco iris y primavera. Puede que yo sea, simplemente, un camello, pero ese muchacho me tiene bien agarrada; haríamos cualquier cosa el uno por el otro. Estudiará medicina y debo ayudarle en todo lo que pueda. Le será duro, pero llegará. Algunos años más de escuela y ya está. Ahora está en segundo. Mamá y papá creen todavía que estudia bachillerato. No pienso ir a la universidad. Papá tendrá un disgusto mortal, pero para mí es más importante trabajar y ayudar a Rich. Cuando acabe el bachillerato buscaré trabajo fijo y nos instalaremos. Ha sido un estudiante brillante, pero ahora dice que sus notas bajan.
Verdaderamente, amo a este hombre. Oh, realmente le amo de verdad. Lo deseo siempre. Hace broma conmigo y dice que soy obsesa sexual porque le insisto en que me haga el amor sin drogarse antes. Me lo ha prometido. Será casi corno una nueva experiencia. No puedo esperar.
Richie y yo no vamos nunca a ningún sitio. Casi se ha convertido en ritual el que venga a recogerme, pasar unos minutos con mis padres y correr al piso que comparte con Ted. Me gustaría drogamos juntos cada noche, pero sólo me permite acompañarle cuando ha de abastecerme de ácido para la reventa y darme marihuana y barbitúricos suficientes hasta que nos veamos. Yo sé que estudia mucho y por esto trato de consolarme con lo que puede darme de su persona,.lo cual, al parecer, cada vez es menos. Quizá soy una obsesa sexual, pero estoy más interesada yo en él que él en mí. Pero esto se debe a su preocupación por mi. Quisiera que me dejara tomar la píldora anticonceptivo y que él no tuviera que trabajar y estudiar tanto. Ah, pero lo que me da es tan grande que ni siquiera concibo que pueda pedirse más.

l7de Octubre
Hoy he ido de nuevo a la escuela primaria con la mercancía. No me
importa meterla en el colegio, porque a veces es difícil conseguirla y los muchachos generalmente vienen a pedírmela. Chris y yo la recibimos de Richie. Puede conseguir la que quiera: barbitúricos, hierba, anfetas, LSD, mescalina o lo que sea. Los muchachos de bachillerato son una cosa, incluso los de grado superior, pero hoy he vendido diez sellos de LSD a un muchachito que, estoy segura, no tenía nueve años. Yo sé que él lo pasará a otros y que estos críos son demasiado jóvenes. La idea de desperdiciar así los nueve y diez años es tan repulsiva que no voy a ir más. Yo sé que si ellos quieren encontrarán en algún sitio alguien que se la venderá, pero no seré yo. He estado acostada en mi cama desde que llegué del liceo, pensando en ello, y he decidido que Richie venga a ver a papá y le pida una beca. Con sus notas y antecedentes algo conseguirá. Estoy segura de que se la darán.

18 de Octubre
Sí dieran medallas y premios a la estupidez y a los incautos,
seguramente me concederían un montón. Chris y yo hemos ido al piso de Ted y encontramos a los dos bastardos drogados y haciéndose el amor. Ahora comprendo por qué ese perro de Richie tenía tan pocas ganas de hacerlo conmigo. Aquí me tienes, haciendo de camello en beneficio de un traficante de baja estofa cuyo padre seguramente no está enfermo como él dice. Me pregunto cuántas estúpidas más trabajarán para él. ¡Ah, qué avergonzada estoy! No puedo creer que haya llegado a vender droga a niños de doce, once, nueve y diez años. ¡Qué estigma para mí, para la familia y para todos! Soy tan mala como ese hijo de perra de Richie.

19 de Octubre
Chris y yo hemos pasado el día en el parque, reflexionando sobre el
asunto. Hace casi un año que ella se droga, y yo desde el 10 de julio exactamente. Hemos llegado a la conclusión de que mientras estemos aquí nos será imposible cambiar, y por eso nos vamos a San Francisco. Lo que yo debo hacer es, sencillamente, entregar a Richie a la policía. No soy vengativa, ni estoy despechada o celosa, en absoluto. Simplemente, debo hacer algo para proteger a todos esos escolares.
Todo lo que me contó Rich: «ya se lo venderán otros», es un cuento, un montón de mierda. Los demás y el mundo entero le importan un bledo, para él sólo cuenta él, y la única manera de que yo pague el daño que he hecho es impedir que, por su culpa, otros muchachos se droguen. Éste es uno de los peores aspectos del asunto. Prácticamente, cada muchacho que toma vende a otro; una gigantesca bola que va creciendo, creciendo... Me pregunto si tendrá fin. Realmente, me lo pregunto. Ojalá no hubiera empezado nunca. Y ahora, Chris y yo nos hemos puesto de acuerdo en quedar limpias de todo. Y verdaderamente lo queremos. Lo hemos jurado y prometido por lo más sagrado. En San Francisco no conoceremos a nadie que se drogue y así será más fácil mantenerse al margen.
Es muy triste tener que dejar la casa sigilosamente, en mitad de la noche, pero ni Chris ni yo lo concebimos de otra forma. El autobus sale a las cuatro y media de la madrugada y debemos tomarlo. Primero iremos a Salt Lake City por un tiempo y luego a San Francisco. Tengo mucho miedo de lo que Richie pudiera hacer si me encontrara. Seguramente ya debe de saber quién lo ha delatado, pues en mi carta a la policía denunciaba los pocos puntos que le abastecían de mercancía. Desearía que todos los traficantes fuesen detenidos.
Adiós, hogar querido; adiós mi buena familia. La verdad es que me voy sobre todo por lo mucho que os amo y porque no quiero que sepáis que he sido una persona tan débil y tan desprestigiado. Me da rabia ser una estudiante frustrada, pero ni siquiera me atrevo a escribir pidiendo mi carnet escolar, porque sé que vosotros y Richie podríais seguirlo y encontrarme. Os dejo una nota, queridos míos, pero no podrá expresar nunca cuán sagrados sois para mí.

Pregúntale a AliciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora