XIII

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23 de Septiembre
Diario:
Mis padres van a sacarme de quicio, esto es absolutamente seguro. Tengo que tomar «anfetas» para estar en forma en el liceo, en el trabajo, con los muchachos, hacer mis deberes escolares.... luego debo tomar tranquilizantes para soportar la casa. Papá cree que le estoy
desprestigiando en tanto que decano de la Facultad. Anoche, en la mesa, incluso me gritó por haber dicho: «¡Hombre!». Él tiene su léxico cuando quiere subrayar una cuestión y le parece muy bien, ¡ah!, pero si yo digo «¡Hombre!» parece como si cometiera un pecado imperdonable.
Chris y yo estamos dispuestas a cortar por lo sano. Tiene una amiga en San Francisco que podría ayudarnos a encontrar trabajo, y como ambas poseemos experiencia de vendedoras, no sería difícil. Además, sus padres están a punto de divorciarse. Cuando están juntos no hacen más que pelearse, y ella se resiente. Por lo menos en mi casa no tengo que aguantar esas cosas.
Roger dice que está demasiado ocupado para escribirme con frecuencia, pero la excusa no me convence. Como dice Chris, «la sangre del hombre se enfría pronto si no tiene al lado quien se la caliente».

26 de Septiembre
Anoche fue la gran noche, amigo Diario. Por fin fumé marihuana, y
todavía resultó mejor de lo que esperaba. Al salir del trabajo, Chris me presentó a un amigo del colegio que habla tomado ácido, etc., y quería convertirme a la hierba.
Me dijo que no esperase sentir la misma sensación que da el alcohol, pero le contesté que nunca había bebido más que champán en los aniversarios y restos de cócteles en las fiestas. Todos nos reímos con esto y Ted, la pareja de Chris, dijo que la mayoría de los muchachos no prueban jamás alcohol, no sólo porque esto es cosa de sus padres, sino porque es mucho más difícil de conseguir que la hierba. Dijo Ted que cuando él comenzó vio que podía robar mucho dinero a sus padres sin que éstos lo notasen, pero si tomaba un sorbo de sus botellas, las tenían señaladas, sabían exactamente cuánto faltaba.
Luego, Richie me enseñó a fumar. Yo no había fumado nunca, ni siquiera cigarrillos. Me dio pequeñas instrucciones; por ejemplo, que debería tratar de escuchar los ruidos más leves e insignificantes, los que de ordinario no escucho, y luego, sencillamente, reía arme. Al principio aspiré con
demasiada fuerza y casi me asfixié. Richie dijo que debía chupar con la boca abierta para mezclar la mayor cantidad de aire al humo de la hierba. Pero tampoco salió muy bien, y al cabo de un rato Ted desistió y me trajo una pipa. Me pareció divertida y exótica, pero al comienzo tampoco conseguía sacar humo y me sentí defraudada, pues los otros tres estaban evidentemente drogados. Finalmente, cuando ya creía que no funcionaria nunca, empecé a sentirme feliz y libre, ligera como un canario surcando los abiertos e infinitos cielos. ¡Y me sentí tan relajada! ¡No creo haberme sentido jamás tan relajada! Era hermoso de verdad. Más tarde, Richie trajo de su cuarto una piel de cordero y empezamos a andar descalzos sobre ella. La sensación que me llegaba por los pies era totalmente indescriptible, una suavidad que envolvió mi cuerpo por completo y, súbitamente, pude oír el rumor extraño y casi silencioso de los largos pelos de la piel de cordero frotándose entre ellos y frotándome los pies. Era un rumor diferente a todo lo que yo había oído, y recuerdo que traté desesperadamente de describir el fenómeno de cada pelo por separado, perfectamente inclinado sobre sí mismo. Pero, claro, no pude:
era demasiado perfecto. Luego cogí un cacahuete salado y noté que nunca había tomado nada tan salado. Me sentí niña de nuevo y traté de nadar en el Lago Salado, sólo que el cacahuete todavía era más salobre. Mi hígado, mi espíritu, mis intestinos estaban corroídos de sal.
Se me antojó rabiosamente probar un durazno fresco, una frutilla, sentir que su sabor, dulzura y delicia me consumían. Era fantástico, y empecé a reír demencialmente. Estaba encantada de ser tan diferente. Todo el universo estaba loco menos yo. Yo era el único ser perfecto y sano. En algún recodo de mi mente recordé haber leído que mil años del hombre es un día del Señor, y yo había encontrado el enigma. Estaba viviendo un nuevo periodo de la vida de mil hombres en el espacio de unas horas.
Más tarde tuvimos mucha sed y nos moríamos por algo dulce. Nos fuimos a tomar unos helados haciendo bromas sobre las increíbles curvas y las inconcebibles formas de la luna que cambiaba de forma y colores. No sé si estábamos tan eufóricos como decían, pero era divertido. En el restaurante bromeamos y reímos como si todo el mundo y sus secretos nos pertenecieran. Cuando Richie me llevé a casa, a eso de la me dianoche, mis padres, que aún no se habían acostado, se quedaron encantados del agradable y pulcro caballerito que me había sacado aquella noche. Ni siquiera se quejaron de lo avanzado de la hora. ¿Puedes creerlo, Diario?
P.S.: Richie me dio algunas colillas para fumar a solas; quiero estar en el cielo. Es agradable, agradable, agradable...

5 de Octubre
Chris y yo estamos pensando en dejar el trabajo, pues hay tanto que
hacer que no nos deja tiempo para lo que realmente deseamos hacer.
Estoy profundamente enamorada de Richie, y Chris ama a Ted. Queremos pasar con ellos todo el tiempo que podamos. Lo malo es que ni ella ni yo tenemos bastante dinero y nos vemos obligadas a revender hierba. Por supuesto sólo se la vendemos a muchachos que ya son adictos, y que si no nos la compraran a nosotras se la comprarían a otros.
Ted y Richie van a la universidad y tienen que estudiar más que nosotras en el liceo, por lo cual les queda poco tiempo para revender. Además, a los muchachos les es más difícil que a las muchachas, se arriesgan más. Al principio me era duro afrontar serenamente el sistema o las leyes, pero desde que soy la novia de Richie debo hacer todo lo que pueda para ayudarle.

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