XII

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7 de Septiembre
Anoche fue la hecatombe. Mamá y papá derramaron flores y
lágrimas para expresar lo mucho que me quieren, lo preocupados que han estado por mi actitud desde que regresé de casa de los abuelos. Detestan mi pelo, que todavía quieren que lleve como los críos, y hablaron, hablaron, hablaron, pero sin escuchar ni una sola vez lo que yo trataba de decirles. Es más, al comienzo, cuando manifestaban su profunda preocupación, sentí el irreprimible deseo de estallar y contárselo todo. ¡Deseaba tanto decírselo! Más que nada en el mundo, quería convencerme de que me comprenderían, pero, naturalmente, siguieron hablando y hablando porque son incapaces de comprender nada. ¡Si al menos los padres escucharan! ¡Si por lo menos nos dejaran hablar de vez en cuando en lugar de estar eternamente, continuamente sermoneando y refunfuñando, y corrigiendo y pinchando, pinchando, pinchando! Pero no escucharán. Sencillamente, no pueden escuchar, o no quieren, y nosotros venga dar vueltas en el viejo, frustrado, solitario agujero, sin nadie con quien comunicar ni verbal ni físicamente. Afortunadamente tengo a Roger, si es que lo tengo...

9 de Septiembre
¡Lo que faltaba! Roger se va definitivamente a esa escuela militar. No tendrá su primer permiso hasta Navidad, y tal vez ni siquiera lo tenga. Su padre había ido a esa escuela, y su abuelo también, de modo que me imagino que acaso está obligado; pero yo lo necesito aquí y no allí, en esa escuela idiota y marcando el paso durante todo el año. Ahora estará a un continente de distancia. Le escribí una carta de diez páginas diciéndole que le esperaré, aunque en su última me decía que saliera y me divirtiera. Pero ¿cómo puedo divertirme en este agujero?

10 de Septiembre
Estaba tan decaída con eso de Roger que bajé a mirar vestidos a la
boutique donde trabaja Chris.
Llegué casi a casa a la hora de la merienda y nos fuimos a tomar un refresco. Le dije lo deprimida que estaba a causa de Roger. Ella comprendió inmediatamente. Fue estupendo tener otra vez alguien con quien hablar. Cuando regresamos a la tienda me dio una especie de caramelo rojo y me dijo que me fuera a casa, lo tomase y escuchase un poco de música arrítmica. Me dijo: «Este corazón te levantará el ánimo como los tranquilizantes te lo rebajan». Y, ¿sabes, Diario?, tenía razón. He estado tomando demasiados somníferos y demasiados tranquilizantes. No sé por qué ese cretino de doctor no me dio algo rara que me sintiera mejor en vez de algo para encontrarme peor. Toda la tarde me he sentido en la gloria, viva otra vez. Me he lavado el pelo, he limpiado mi habitación, he planchado y he hecho todo lo que mamá me estuvo exigiendo hace días. El problema ahora es que ya es tarde y no me libero de tanta energía. Me pondría a escribir a Roger, pero ayer le escribí una carta gigantesca y pensaría que estoy charada. Supongo que no me queda más remedio que gastar una de mis buenas píldoras para dormir si quiero sosegarme.
¡Esto es vida!

12 de Septiembre
Papá y mamá me están dando la lata constantemente sobre mi
aspecto. No dejan de afirmar que saben lo buena y dulce que soy, pero que empiezo a comportarme como una híppie y temen que me relacione y me arrastre gente indeseable. Lo que pasa es que son tan carrozas que ni siquiera saben lo que está ocurriendo. Chris y yo charlamos muchas veces de nuestros padres. Su padre es miembro del consejo de administración de una empresa de productos para el desayuno, y viaja mucho, «a menudo acompañado de otras mujeres», me confió. Su madre es una señora tan consagrada a los clubs y de mentalidad tan cívica, que la ciudad probablemente se derrumbaría si ella dejara su actividad una tarde para escuchar a su hija. «Mamá es la columna vertebral de la sociedad de esta ciudad -me dijo Chris- «Atiende a todos y a todo menos a mí. ¡Qué abandonada me ha tenido!»
Chris no necesita trabajar, pero le es imposible quedarse en su casa. Le dije que a mí me empieza a ocurrir lo mismo y va a tratar de encontrarme un trabajo con ella. ¿No es formidable?
¡Hurra, ahora sí que vivo! Tengo trabajo. Anoche, Chris se lo pidió a su jefe y dijo que sí. ¿No es fantástico? Trabajaré con Chris los miércoles y los viernes por la noche y todo el sábado, podré comprar todo lo que desee mi corazoncito inconformista. Chris tiene un año más que yo y me adelanta de un curso en el liceo, pero es una muchacha formidable, la adoro y me llevo mejor con ella que con toda la gente que he tratado en mi vida, incluso mejor que con Beth. Tengo la sospecha de que sabe algo de drogas, porque en dos ocasiones, cuando me he encontrado realmente decaída, me ha dado estimulantes. Uno de estos días tengo que hablar con ella de estas cosas.

21 de Septiembre
Diario, querido amigo:
Siento haberte tenido abandonado, pues mi nuevo trabajo y el comienzo del curso escolar me han tenido ocupada, pero tú sigues siendo mi amigo más querido, mi íntimo confidente, pese a que me llevo bien con Chris. Nunca estamos cansadas y somos las muchachas más populares del liceo. Sé que tengo un aspecto fantástico, sin pasar de mis cincuenta kilos escasos, y cada vez que tengo hambre o me siento cansada, me tomo una «anfeta». Tenemos energía y vitalidad para dar. y vender. Mi pelo está estupendo. Lo lavo con mayonesa y está tan brillante y suave que todo el mundo se vuelve para mirarlo. Todavía no he encontrado a un muchacho que me guste, pero esto probablemente ha de ser así porque espero a Roger.

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