Tom Hiddleston

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Título: Secuestrando a la princesa.
Parte: II/IV
Nota: Largo.
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Sobaste tus muñecas suspirando con algo de dolor, sin duda esas esposas no dolían como hacían creer pero las cadenas hacían que pesaran y que el agarre que tenían se volviera más fuerte.

-Gracias, extrañaba mis muñecas.

Tom te sonrió tirando en una esquina estas mismas.

-No hay problema TN, pero sabes que no podrás salir de aquí ¿no?

Asentiste rápidamente aún sobando tus muñecas.

-Lo sé, no te preocupes por eso que no intentaré escapar.

-¿Te duelen mucho?

Se acercó hasta ti y tomó delicadamente tus manos para sobar suavemente tus muñecas, cuando levantaste la mirada su rostro estaba muy cerca del tuyo, casi rozaban sus narices por lo que decidiste dar un paso atrás disimuladamente.

-Sólo cuando las tocas, nada grave.

Le diste una sonrisa y él te la correspondió, se acercó a la puerta apunto de salir.

-Puedes darte un baño si quieres, le diré a Layla que te traiga algo de ropa para cambiarte.

Le agradeciste y cuando Tom desapareció de tu campo te dirigiste al baño, era muy al estilo antiguo, te encantaba, y la tina era como las de antes simplemente nada moderna y ese estilo siempre te había gustado muchísimo. Luego de un rato escuchas la puerta abrirse y sales a ver quién es.

-No puedo creer que Tom me haya hecho darte de mi ropa, esto no era parte del trato.

Sonreíste burlona mientras la mirabas tirar un vestido más sencillo del que ya tenías puesto, obviamente ese era de una persona normal y el tuyo de una princesa.

-Oye cuidado, no querrás que Tom se entere de como tratas a la prisionera ¿o sí?

Te mofaste viéndola mientras ella te miraba mal.

-Púdrete muñequita.

Y sin más se fue azotando la puerta.

-¡Que no me digas así!

Bufaste y tomaste el vestido para caminar al baño y darte una buena pasada de jabón por toda tu suciedad acumulada.

(...)

Ya vestida y cambiada con un vestido celeste, estabas apoyada en la ventana viendo hacia afuera entre las rejas, se veían los pequeños animales afuera en el césped felices y sonreíste por eso. Hoy en la mañana todo fue genial, Tom había decidido desayunar contigo ahí arriba, charlaron de lo que hizo mientras no estaban juntos, se graduó con una maestría de filosofía, te recitó algunas citas de sus filósofos favoritos y podías jurar que con oírlo hablar así podías enamorarte aún más de él. Porque desde que eran pequeños tenías un leve enamoramiento por él, desde las veces que te acostabas con la cabeza en su regazo y él te contaba los cuentos en sus libros que le habían regalado, las veces que siempre que te caías y te herías algo él estaba ahí curándote con los remedios que había aprendido de su madre cuando él se lastimaba, todas esas pequeñas cosas hacían que tu pequeña yo de 6 años cayera a los pies del príncipe Tom Hiddleston. 

Ahora podías tener un poco de paz, pues Tom te había dicho que iría con Layla al mercado por algunas cosas para la alacena ya que no aceptabas los garbanzos, te despediste de él y ahora esperabas que se apareciera su auto con ansias de estar de nuevo con él. Ahora que habías recuperado a tu mejor amigo de la infancia no querías dejarlo ir nunca.

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