Capítulo 4

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- Señor Ríos Bernal, quedamos en que olvidaría ese incidente – le dijo Cristina con un deje de nerviosismo.

- ¿Quedamos? Usted me dijo que lo olvidara, pero es más difícil de lo que imagine. He pasado noches en vela, imaginando...

- Cállese... - le soltó en un gritito asustado y miró a todos lados buscando si alguien los escuchaba.

- Tiene la mala costumbre de interrumpir en los momento más inoportuno – le dijo con diversión Heriberto.

- Mire, no sé qué pretende con esta conversación... absurda... de verdad, estoy muy apenada por lo que sucedió y...

- No – Heriberto puso un dedo en los labios de Cristina – No sientas vergüenza, yo no la siento.

- Usted... - el observaba los ojos verdes asustados de Cristina y pensó que un hombre podría morir feliz contemplándolos.

- ¿Qué es lo que tienes Cristina Maldonado? Me estás volviendo loco... – Heriberto fue acercándose a Cristina. Ella contuvo un momento la respiración, y sin mucha dilación él le plantó el beso más tierno que pudiese existir.

El primer beso había sido apasionado, brusco, lleno de adrenalina. Pero este beso era distinto y el corazón de Cristina quería salírsele del pecho. El corazón de Heriberto tampoco estaba quieto, ella podía sentirlo porque sus manos acariciaban con suavidad el pecho masculino. El uso su lengua para tentarla a abrir su boca y ella no le defraudó. Pero el beso terminó bruscamente y ella se sintió desprotegida

- ¿Qué pasa?- le preguntó con los ojos nublados por la pasión y un tono que dejaba claro que habría querido seguir siendo besada. Heriberto respiró con dificultad y con voz ronca contestó.

- Viene alguien.

- ¿Qué? - Cristina abrió los ojos con temor y se dio la vuelta para esconder su sonrojado rostro.

- Heriberto querido, te he estado buscando. – Leonela se plantó frente a él y le acarició con suavidad el pecho. Heriberto sintió que su toque no se comparaba en nada con las caricias que previamente Cristina le había prodigado. – Vamos, el alcalde quiere conversar contigo.

- Si... vamos – Heriberto se retiró con Leonela, sin reparar en Cristina. No dijo nada y ella se sintió morir de vergüenza. ¿Cómo podría verle la cara de nuevo? ¿Cómo podría enfrentarse a Héctor con ese sonrojo que sentía en la piel? No le debía explicaciones, pero quizás alguien la habría visto besarse con otro, sería una humillación para ese hombre que tan bien se había portado con ella. Quiso gritar de frustración.


El resto de la noche pasó sin inconvenientes. Heriberto y Cristina no se volvieron a cruzar, y ella supuso que él se había retirado con esa mujer... Leonela. De repente se enojó al pensarlos juntos. ¿Qué se creía Heriberto Ríos Bernal? ¿Pensaba que podía besarla un día y después echarla a un lado? Respiró hondo y su mente comenzó a idear las maneras de ponerle punto final a este juego la próxima vez que lo viese. Ensimismada en sus planes no había notado que ya estaba frente a su casa.

- Listo. Sana y salva. – Héctor le sonrió con ternura y Cristina se sonrojó.

- Gracias Héctor. La noche fue... diferente.

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