Capítulo 13

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Heriberto estaba tomando la mano de Anna mientras la conducían por el pasillo hacia el quirófano. Ningún padre o madre debería ver a sus hijos en tales circunstancias, pero a él le había tocado más de una vez ver sufrir a su hija. Un miedo terrible se instauró en sus huesos al pensar que su pequeña niña no saliese bien librada de esa intervención. El pasado lo atormentó haciéndole revivir en su mente el dolor por la pérdida de Angélica, lo que hizo que apretase más la mano de su hija.

- Auch – se quejó Anna.

- Lo siento cariño. – la miró con amor, haciéndose el valiente frente a los ojos azules de su Anna.

- Cris dijo que vendría – dijo desanimada.

- Lo hará... quizás más tarde cuando salgas de la operación esté acá.

Unos tacones apresurados se escucharon en los pasillos encerados del hospital y al volverse, Heriberto vio a Cristina dirigiéndose rápidamente hacia ellos.

- Un momento por favor – les solicitó Heriberto al camillero y la enfermera.

Cristina llegó hasta ellos y después de mirar a Heriberto unos segundos se colocó a su lado para estar cerca de Anna.

- Viniste...

- Claro que sí. Me quedé dormida y el tráfico está pesado. ¿Cómo estás pequeñita? – Anna bostezó

- Tengo sueño. – Cristina sonrió y le acarició la pancita. - ¿Te vas a quedar?

- El tiempo que sea necesario.

- Te quiero Cris. – El corazón de Cristina se hinchó y pensó que no solo estaba irremediablemente enamorada de Heriberto.

- Yo también corazón. – Anna cerró los ojos y su padre le susurró en el oído para que escuchara.

- Te amo Anna. – Cristina se alarmó.

- ¿Qué le pasa?

- El efecto del sedante, estaba muy nerviosa. – Heriberto asintió y continuaron el recorrido. Frente al quirófano, la camilla los dejó atrás en la sala de espera. Él miró la puerta que ahora se cerraba con angustia creciente, pero Cristina le tomó la mano con fuerza y se sintió un poco mejor.

- Ella saldrá bien. – Las palabras de Cristina le hicieron volverse a ella. La miró con intensidad a los ojos y vio sinceridad. Entonces no se esperó que ella lo abrazara. - Va a estar bien.

Fue estremecedor lo que Heriberto sintió al estar entre los pequeños brazos de esa mujer. Había una mezcla de sentimientos que si se hubiese detenido a analizar, su cerebro habría explotado. Sentía calma, angustia, alegría, placer y un hambre arrolladora por esa mujer.

- Gracias por estar aquí conmigo.

- No querría estar en ningún otro lugar. – le confesó ella con el corazón en la mano.

- ¿Te casarás conmigo Cristina?

- Ya veremos...


Mientras aguardaban en la sala de espera, Heriberto no soltó la mano de Cristina ni por un segundo. Las palabras estaban de más, porque ambos estaban concentrados en pedir a Dios por la salud de la niña. Los pensamientos se vieron interrumpidos por la voz de una mujer.

Inocente DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora