Capítulo 32

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Heriberto entró a la habitación después de un buen rato, Cristina que estaba parada frente a la ventana se acercó rápidamente a él.

- ¿Cómo está?

- Se quedó dormida después de llorar por un rato.

- Pero... no entiendo – dijo con ojos llorosos - ¿Por qué se puso así? – Heriberto suspiró y la tomó de la mano, se sentó en la cama y la acomodó sobre sus piernas.

- Creo que Anna está preocupada por cómo se verá afectada su vida con Ángel en casa. – Cristina frunció el ceño

- ¿Por qué?

- Ha sido hija única durante mucho tiempo. – Cristina se quedó mirando al frente con un dejo de tristeza. – Hey... Todo va a estar bien. – Heriberto la acercó a su cuerpo y beso su cuello con dulzura.

- No sé... quizás Ángel y yo debamos irnos por un tiempo hasta que ella... - Heriberto la interrumpió enseguida.

- Ustedes no irán a ningún lado. Anna tiene que acostumbrarse a su hermano, Cristina. Solo tenemos que darle tiempo...

- No quiero que Anna sufra.

- Y no sufrirá... es normal que ella sienta que hay cambios, porque los hay. Esta familia de dos se convirtió en una de cuatro. – A Cristina le gustó oír eso y le sonrió.

- ¿Somos una familia? – Heriberto le devolvió la sonrisa y la envolvió con sus brazos.

- Si fuera por mí nos casaríamos ahora mismo. – Cristina pasó una mano por la mejilla de Heriberto con suavidad, lo miró a los ojos y le susurró tiernamente.

- Yo también quiero casarme ya. – Heriberto sonrió todavía más y la besó, primero suavemente, para luego abandonarse a la pasión a la vez que la arrastraba para acostarla en la cama. Cristina lo abrazó y profundizó el beso, ambas lenguas contoneándose para darles placer. Heriberto comenzó a desabotonarse la camisa, pero el celular en su bolsillo comenzó a sonar. Gruñó frustrado y la besó una última vez antes de contestar poco alegre

- Bueno... - Cristina respiraba agitada, aún recostada en las almohadas. - ¿Ahora?... ¡Está bien... en una o dos horas estoy allá... Leonela.... – Al escuchar el nombre de esa mujer, Cristina se tensó y se sentó en la cama sin dejar de mirarlo. Heriberto resopló y se pasó las manos por el cabello – Bien... dame unos minutos.

- ¿Qué sucede? – le preguntó Cristina cuando él lanzó el celular a la cama con frustración.

- Tengo que irme... los empresarios que están invirtiendo en el ala del hospital quieren verme. – Ella asintió

- No sabía que trabajaras directamente con Leonela. – Heriberto miró a su dulce y celosa Cristina y sonrió. Entonces pasó una mano en su cuello y la acercó a su boca.

- Leonela no significa nada para mí. Tú eres la única mujer que amo y deseo... Dios – le tomó la mano y la apretó contra su erección – Me tengo que ir así... no me place nada ver ni a Leonela, ni inversionistas, ni pacientes... Solo quiero besarte y hacerte el amor hasta que no te queden dudas de que eres el amor de mi vida. – Heriberto la besó de nuevo y ambos quedaron jadeando minutos después.

Inocente DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora