Capítulo 8

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Después de decirle a su cerebro que reaccionara y diera una respuesta, Cristina le hizo señas con la mano temblorosa.

- Adelante. – Él entró y puso su atención en la decoración del departamento de Cristina, para ignorar su vestimenta. La mujer que le calentaba hasta el cabello llevaba unos cortos pantalones de pijama y una franelilla que se ajustaba a su cuerpo marcando sus pechos. Iba descalza y con el cabello amarrado en una coleta de caballo; parecía una adolescente y él se sintió más excitado que nunca. Pensó que quizás tenía una enfermedad...

- ¿Me invitas algo de tomar? Estoy sediento – Mentiras no eran, pues estaba sediento de ella. Estaba luchando con las ganas de lanzarla al sofá y hacerle el amor hasta que quedaran exhaustos.

- ¿De tomar? Ehm... tengo vino. – Cristina casi maldijo porque se sentía una verdadera tonta.

- Vino está bien para mí.

- Siéntese... déjeme quitar esto de aquí y... - Rápidamente Cristina apagó la televisión, recogió unas revistas y tomó un vaso que tenía en el piso. Al doblarse le proporcionó a Heriberto una vista magnífica de sus glúteos y él apretó con fuerza los puños. Ella se perdió en la cocina y él aprovechó para ver las fotografías de la sala. Cristina enseguida regresó con unas copas y el vino, se la tendió a Heriberto – Yo... voy a cambiarme.

- ¿Por qué? Para mí estás bien – Él tomó lo que le ofrecía sin dejar de mirarla a los ojos.

- Me siento...

- Quédate así Cristina... hazlo por mí. – Su voz ronca hizo que ella se estremeciera. Sintió como si las paredes se cerraran en torno a ella, y se calentaba cada vez más. Para calmar sus nervios se sentó en el sofá más alejado de Heriberto.

- ¿Cómo... cómo está Anna?

- Ha estado tranquila, pero para asegurarme hoy está acompañada de una enfermera.

- Me alegra... - ella sonrió y él la miró encantado.

- Ella desea que la sigas visitando en casa.

- ¡Oh! Yo... lamento si eso es un problema.

- No lo es.

- Entonces seguiré visitándola. Anna es una niña muy especial y se ha ganado mi cariño. – Heriberto pensó que tenía razón, su hija podía ganarse el corazón de cualquiera. – Ella... ¿se parece a su esposa? – La pregunta no la esperaba. Heriberto respiró hondo y concentró su mirada en la copa de vino.

- Angélica... ella era... sí, Anna es su vivo retrato.- lo dijo con mucho dolor en su voz.

- Entonces era muy hermosa.

- Lo era... era la mujer más hermosa.

- ¿Cómo murió?

- Falló su corazón. También tenía un problema congénito, aunque Anna la ha llevado peor.

- Seguramente sufrió mucho con su pérdida. ¿Pasó hace mucho?

- Estrella tenía 3 años.

- Lo lamento mucho. Sus heridas aún deben doler. – Heriberto la miró y notó su pregunta implícita. << ¿La amas aún? >>

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