Capítulo 19

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Cristina se despertó de buen humor y mucha hambre. Sin embargo, su padre no podía decir lo mismo, quien comenzó a quejarse audiblemente.

- ¿Qué sucede?

- Ese sofá tuyo es un instrumento de tortura – Cristina sonrió y lo miró enarcando su ceja.

- Te lo mereces – le dijo entregándole una taza de café.

- ¿Por qué?

- Lo sabes bien. Nunca te quedas aquí y fingiste no tener reservación en el hotel, solo para espantar a Heriberto. – Su padre bebió de su taza de café y se repantingó en el sofá con una sonrisa malévola.

- Su expresión de desolación fue como una vitamina para este viejo – Cristina puso en blanco sus ojos. – Ahora en serio... ¿vas a casarte con ese hombre?

- Sí, lo amo y quiero ser su esposa. – Esa mañana estaba más clara que nunca. No dejaría que Leonela la intimidara, y tomaría el consejo de su suegra: lo obligaría a aceptar que él también la amaba.

- ¿Y él te ama? – esa pregunta hizo que su confianza disminuyera un poco, pero sacudió las dudas afuera.

- Quiero creer que sí, no... haré que él entienda que sí, que me puede amar.

- Sería un tonto si no te amara.

- Eso sí. – Le dijo ahora acurrucándose en el pecho de su padre. – Deberías conocer a mi suegra... es todo un caso.

Unos días después, dieron de alta médica a Anna, bajo la supervisión de su padre y de una enfermera. Todo en orden y Helena comenzó a dar empujoncitos para que los trámites de boda iniciaran.

- ¿Tengo que ir? Pensaba regresar hoy a la hacienda. – Cristina iba al volante del carro de su padre, conduciéndolos a una cena preparada por Helena su suegra.

- No has querido conocer a la madre de Heriberto.

- Porque sé que vas en plan de casamentera, no paras de hablar de la mujer. .

- Pues harían una pareja muy bonita.

- Sabes lo que pienso de volver a tener una relación, y me has dicho que esa mujer tiene como cien matrimonios a cuestas.

- Es muy hermosa.

- Podrá ser Victoria Ruffo, y mira que con ella estaría tentado, pero no estoy disponible.

- Has estado demasiado tiempo solo, disponible estás.

- Entonces digamos que no estoy interesado.

- Hasta que la veas.

- Eres una niña muy respondona.

- No soy tan niña y tú eres igual de respondón.

Durante el trayecto siguieron en un contrapunteo de respuestas, hasta que bajaron del automóvil y Cristina le reprendió que gruñera. Heriberto los recibió con un apretón de mano a su suegro y un beso suave a su prometida, con su respectiva mirada de anhelo. 

Inocente DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora