Capítulo 31

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Esa mañana tanto Cristina como Heriberto amanecieron de muy buen humor, entre risas y caricias hicieron el amor una vez más, después de un baño desayunaron y se dirigieron a la consulta de su hijo.

Tal como la doctora había imaginado, los resultados de los exámenes de Ángel estaban en orden y esa misma mañana podría irse con sus padres a casa. Cristina estaba pletórica, y no dejaba de acariciar a su bebé con amor; sentía el corazón lleno de alegría y una esperanza renovada. El futuro ya no parecía incierto, ahora tenía tintes de esperanza.

Al llegar a la mansión, Heriberto recibió una llamada del hospital que no podía dejar de atender, así que después de darle un beso en la frente a su hijo y guiñarle un ojo a Cristina fue a su despacho. Por su parte, Cristina subió las escaleras con su hijo en brazos y la enfermera detrás de ella.

Abrió la puerta de la habitación de Ángel y entró para instalarlo, no puedo evitar que los recuerdos de esa habitación la avasallaran, ahora de un modo distinto.

<Flashback>

Cristina salió de su habitación después de tomar una siesta, se dirigía a compartir un rato con Anna y merendar juntas. Sin embargo, el sonido de una voz en la habitación que fue de Heriberto y Angélica llamó su atención.

La puerta estaba ligeramente abierta, y cuando se acercó su corazón latió con fuerza. A pesar de que las cosas entre ella y Heriberto habían mejorado, la sombra de su ex esposa seguía rondándola.

Recordó por un momento las palabras de Mónica durante la fiesta de cumpleaños de Anna. Ambas estaban mirando a padre e hija juguetear divertidos y la psicóloga no se midió para recordarle lo que se perdía.

- Estás dejando pasar una oportunidad única. Un hombre que te ama como él no lo consigues fácilmente. – La mujer la miró con cariño sincero. – Piénsalo.

Respiró hondo para entrar en la habitación y averiguar qué pasaba dentro, tomo la manilla y entró. Al hacerlo se quedó sin respiración, de la recámara que ella había conocido no quedaba nada, salvo los cimientos que la formaban. Ahora tenía una decoración distinta, era una habitación para niños... era la habitación de Ángel. Sin emitir sonido alguno dio unos pasos más sin perder su asombro, pero con el corazón frenético bajo su pecho.

En una mecedora estaba Anna sentada con una muñeca mirando hacia la ventana, la luz que entraba a la habitación hacía más rubios sus cabellos. La niña estaba enfrascada en una conversación con su amiga de trapo, y Cristina decidió escucharla unos segundos en silencio, mientras un amor que jamás pensó sentir se hacía más patente dentro de ella.

Debió haber hecho algún sonido porque Anna se levantó rápidamente y se sonrojó al verse descubierta.

- Hola cariño... - dijo Cristina cuando por fin pudo hablar. Los ojos de Anna se humedecieron y Cristina se acercó prontamente para consolarla - ¿Qué sucede corazón?

- ¿Vas a enojarte porque entré a la habitación? – Cristina se sentó en la mecedora para acercarla a ella.

- ¿Por qué me enojaría?

- Porque es el cuarto de Ángel. – Cristina le sonrió y pasó uno de sus mechones rubios detrás de su orejita.

- No estoy enojada, ni siquiera sabía que esta era la habitación de Ángel – le aseguró para tranquilizarla - Pensé... bueno, no importa lo que pensaba. – dijo sacudiendo la cabeza – Hace tiempo me dijiste que entrabas aquí y te ponías triste... ¿Por qué cariño?

Inocente DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora