Capítulo 9

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Los rayos de sol invadieron el cuarto de Cristina y ella se estiró en la cama sin abrir los ojos. Su cuerpo se sentía diferente, adolorido. Abrió sus ojos y sonrió al recordar la experiencia pasada, la manera como Heriberto había llenado su cuerpo, pero más importante su corazón. Volteó a verlo y se encontró con el lado de la cama vacío.

- ¿Qué pensabas Cristina? – susurró apoyando su cabeza en la almohada que había usado Heriberto la noche anterior. Inhaló su aroma varonil en ella, y quiso sollozar porque le dolía el corazón. Heriberto había sido tierno y dulce con ella, pero ahora temía que hubiese sido una sustituta de su difunta esposa. El pensamiento hizo que quisiera vaciar su estómago y corrió al baño. Se lavó el rostro y trató de ordenar su vida en unos minutos, tenía que volver al trabajo y ya luego lamería sus heridas en silencio. – Si Heriberto quiere huir, yo puedo hacérselo más fácil.

La semana no contribuyó a que Cristina se sintiese mejor. La directora le anunció que ese lunes prescindirían de sus servicios como maestra, pues habían encontrado una titular especializada en el área. Aunque le dolió y pensó que su vida no podría ir peor, tomó las cosas con tanta calma que hasta ella misma se asombró. Al día siguiente decidió partir a la hacienda de su padre y olvidarse de todos sus problemas.

Su padre la recibió con los brazos abiertos, pero intuyendo que sucedía algo no paraba de interrogarla.

- ¿Qué es lo que te tiene así Cristina?

- ¿Así cómo? – dijo evadiendo la conversación. Evitaba la mirada de su padre, pues él la conocía mejor que nadie.

- Callada, pensativa... esta no es mi Cristina.

- Son ideas tuyas, papá. Estoy bien. Solo necesitaba un descanso y ahora que no tengo trabajo quise venir a tomarme unas vacaciones. No hagas que me arrepienta.

- ¿Vacaciones? Eras la única niña en el mundo que lloraba porque no iba al colegio en vacaciones. – Cristina sonrió al recordar esa época. - ¿Qué te sucede pequeñita mía?

- Nada papá... - sin embargo, su voz se quebró y su padre la abrazó.

- ¿Qué te pasa mi cielo? Huyes mis miradas, estás triste todo el tiempo y me dices que no te pasa nada... voy a volverme loco. ¿Cómo se llama?

- ¿Quién?

- El hombre que te tiene así.

- Papá... - él la miró seriamente sin soltarla y ella suspiró – Heriberto.

- ¿Es tu novio?

- No.

- ¿No quiere ser tu novio? Si es así no te merece.

- Papá... - se quejó ella – Es más complicado que eso.

- Puedes contarme lo que quieras, lo sabes ¿verdad? – le dijo tomando su barbilla con suavidad y ella asintió.

- Él no me ama.

- ¿Cómo lo sabes?

- Es viudo y sigue amando a su difunta esposa.

- Cariño, cuando murió tu madre yo no deseaba reemplazarla con nadie. Quizás necesita tiempo. Siempre amaré a tu madre, fue un amor muy especial para mí, pero ya no está.

Inocente DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora