Capítulo 14

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Cristina se estiró en la cama de hospital y cuando abrió los ojos se encontró con Heriberto sentado en el sofá sonriendo. Se sonrojó levemente y se sentó, arreglándose el cabello.

- ¿Cuánto dormí?

- Espero que lo suficiente para que descansaras – Heriberto se levantó y se acercó hasta la cama. - ¿Cómo te sientes?

- Bien. Aunque tengo hambre – Heriberto rió. - ¿Qué pasó con Anna?

- Está en Cuidados Intensivos. El cirujano piensa que tiene muy bien pronóstico, hasta ahora todo va bien. – ella sonrió y Heriberto no pudo evitar acercarse y besarla.

El beso fue suave, sus labios tantearon primero, pero luego se dedicaron a darle placer a Cristina. La mano de Heriberto fue hasta el cuello de la mujer y la sostuvo con fuerza e introdujo su lengua para aumentar las sensaciones. Ella subió sus manos hasta sus hombros e hincó sus uñas para obligarlo a acercarse más. Heriberto usó otra de sus manos para acercarla más a su cuerpo. Se obligó minutos después a separarse de ella, y apoyó su frente en la de Cristina.

- ¿Dónde está tu madre? – le susurró con la voz enronquecida por la pasión.

- Se fue a la casa a descansar – Heriberto dirigió sus labios al cuello femenino e imprimió dulces besos allí, erizando la piel de Cristina. – Cristina... hueles tan bien.

- Heriberto no podemos...

- Cásate conmigo. – le suplicó una vez más con voz ronca sobre su cuello, y su aliento la estremeció.

- No quieres casarte. – le replicó obstinada

- Quiero hacerte mía otra vez. – Y era cierto. Tenerla cerca y no tocarla era un suplicio.

- No es suficiente para iniciar un matrimonio. – dijo ella separándose para mirarla a los ojos.

- Serás la madre de un bebé que es mío.

- No seré la primera madre soltera.

- Quiero estar presente en la vida de mi hijo o hija.

- Puedes hacerlo. No te lo impediré.

- No puedo arriesgarme a que después Robledo quiera convertirse en el padrastro de mi hijo. Que te enamores de él y yo tenga que conformarme con visitas aisladas, y encuentros tensos contigo.

- Estás exagerando la situación. – Heriberto le rozó el labio inferior con su dedo índice.

- Te deseo como a nadie. – la miró a los ojos y ella vio sinceridad en sus palabras dichas con un tono agonizante.

- Dame tiempo.

- No tenemos tiempo Cristina. Ahora mismo quisiera lanzarme sobre ti para... - ella le colocó una mano para callarlo.

- Para mí no es suficiente. – él imprimió un beso en su mano y ella pidió al cielo autodominio. Una caricia más y ella misma se arrancaría la ropa pidiéndole que le hiciera el amor. Pero ese era el problema, no sería amor.

Inocente DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora