Capítulo 5

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Cristina sintió que su corazón palpitaba con mucha fuerza y pensó negarse el placer de abrazar a ese hombre. Sin embargo, sus ojos entristecidos pudieron más que su reticencia a dejarse llevar. Asintió con el cuerpo tembloroso y se acercó a él. Heriberto la abrazó con fuerza aplastante, y ella pensó que ese abrazo pudo haberse sentido asfixiante con otra persona; no con él. El suspiró con fuerza y tembló ligeramente.

- Tengo mucho miedo. – le confesó en un arrebato de dolor.

- Shhh... no tengas miedo. Ella va a estar bien – el casi sollozó.

- ¿Papi? – la voz suave y débil de Anna hizo que Heriberto se levantara rápidamente del sofá y dejase a Cristina con una sensación nueva: el vacío.

- Hola cariño. – le dijo con suavidad y los ojos llenos de amor – Mi pequeña revoltosa, aquí estoy. – la respiración de Anna era dificultosa y sus labios tenían un color púrpura al que Heriberto había llegado a odiar.

- Tengo sed.

- Iré por agua – Cristina que ya estaba parada junto a él se ofreció.

- Yo iré, no te separes de ella. – Heriberto le agradeció con la mirada. Y la niña siguió hablando con dificultad.

- ¿Dónde está Pam? – refiriéndose a su muñeca preferida, un regalo de su madre.

- ¿Pam? – Heriberto maldijo internamente – Lo siento cariño, olvidé a Pam en casa.

- Tienes que buscarla... no puedo dormir sin ella. – dijo la niña pero sus ojos se cerraban por momentos.

- Lo haré mi amor. Ahora descansa y yo te cuidaré. – Cristina regresó con la enfermera. La mujer le ofreció un poco de agua a la niña y se retiró después de ofrecerle una sonrisa a todos en la habitación.

- Maestra Cristina – Heriberto le dio espacio para que Anna viera a su maestra.

- Hola preciosa. ¿Cómo te sientes?

- Cansada. – Heriberto odió no poder hacer nada por su hija. - ¿Va a quedarse?

- Cariño, la maestra Cristina vino a visitarte.

- Y volveré si tú lo deseas. – Los ojos de la niña se iluminaron por un breve instante. Pero se quejó de nuevo.

- Pam...

- Mi vida...

- ¿Quién es Pam?

- Es su muñeca favorita. Olvidé traerla con todo el alboroto.

- Papá... busca a Pam.

- Anna no quiero separarme de ti. – le dijo en tono de súplica.

- Quizás deba ir. De todas formas, necesita una ducha y cambiarse, quizás dormir un poco.

- No. No me separaré de mi hija. Llamaré a...

- Está bien hombre testarudo. Entonces iré yo. Traigo a Pam, y aprovecho a traerle algunas cosas. – Heriberto frunció el ceño.

Inocente DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora