Capítulo 18

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Si tenía alguna duda, en ese momento Cristina comprobó que un corazón podría quebrarse literalmente. Sus ojos debieron demostrar su dolor, porque vio como Heriberto se levantó rápidamente y se acercó a ella.

- Cristina... - Ella se deshizo de su brazo sin dejar de mirar a la mujer que ahora se vestía con expresión digna. Nadie pensaría que había sido encontrada infraganti, desnuda en la oficina de un hombre prometido.- Cariño... deja que te explique.

Había perdido la voz... quizás esa era la explicación por la cual había pasado tanto tiempo callada. Él la zarandeó con suavidad para que lo mirase a la cara. Cristina notó la desesperación de Heriberto, pero decir que lo sentía por él era demasiado. Comprobó lo que siempre se dijo, que no la amaba y que jamás sería suficiente para Heriberto. Prueba estaba en la mujer que la miraba con esa expresión que deseaba borrar de un bofetón. Con suavidad dio un paso atrás y se deshizo del agarre de Heriberto.

- No sabía que estabas acompañado...

- Cristina...

- Debí llamarte. – Estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano para no quebrarse y soltarse a llorar como una niña de 6 años. – Tengo que irme.

- No. – Heriberto la tomó de nuevo en sus brazos y la apretó con más fuerza. – Te lo suplico. Hablemos.

- Heriberto... - La voz de Leonela le arrancó un gemido a Cristina y los ojos de Heriberto se encendieron de furia.

- Te pido que te vayas Leonela. – La mujer levantó una ceja y entrecerró los ojos para ver a Cristina que no le quitaba la mirada. No la miraba con odio... solo con esa mirada vacía de quien ha recibido la peor de las desilusiones. - ¡Que te vayas! - El potente grito hizo que ambas dieran un respingo y que la aludida saliera enfurecida del lugar.

Al cerrarse la puerta Heriberto miró angustiado a Cristina. Miedo; ese era el sentimiento que corría por sus venas.

- Deja que te aclare que...

- No tienes que aclararme nada. Tarde o temprano iba a suceder– Heriberto frunció el ceño ante la serenidad disfrazada de Cristina.

- ¿De qué hablas?

- No soy adecuada para ser tu esposa. Aceptémoslo, te casas conmigo porque estoy embarazada. – Cristina se despegó de él y caminó hacia un sofá cercano. Sus piernas comenzaban a fallarle y supuso que el lío de mentiras que comenzaba a fluir de ella acabaría por hacerle caer.

- Estás diciendo tonterías. – Le dijo él arrodillándose frente a ella.

- Es la verdad... - la voz se le quebró por un momento y se odió por ser tan débil. Las hormonas del embarazo tampoco le ayudaban.

- ¿Te casas conmigo porque estás embarazada?- Heriberto le preguntó a la vez que le acariciaba el cabello.

- Ya no sé por qué me caso contigo.

- ¿Quieres que te lo recuerde? – Le dijo acercando sus labios a los de ella y respirando el mismo aliento.

- ¿Te casas conmigo porque estoy embarazada? – le devolvió la pregunta.

Inocente DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora