Natalia siente que Alba quiere dejarla.
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Narra Natalia
Suspiré con la mirada posada en el techo. Estiré los brazos acariciando a su vez la colcha, ya que estaba acostada en mi cama. Una canción aleatoria de mi playlist sonaba por mi habitación. Se me estaban quedando los pies helados ya que el frío en la capital estaba comenzando.
-Joder.- Me dije a mi misma encogiéndome más en la cama. Me podría levantar y taparme con una manta pero ese día no me apetecía nada. Solo quería acurrucarme en el cuerpo de mi novia y quedarme dormida. Sabía que eso era imposible.
Me incorporé un poco y saqué un paquete de tabaco que tenía en la mesita de noche. Nunca fumaba en el interior pero de verdad que necesitaba ese cigarro. Lo encendí y me volví a acostar en la cama.
Fumaba con la vista perdida por mi cuarto. Me fijé en una camiseta que estaba mal colocada encima del teclado. La dueña de esa camiseta era también la dueña de mis pensamientos.
Alba. La necesitaba más que nunca, necesitaba que me quitara las dudas que rondaban en mi cabeza. Pero, como ya se había hecho costumbre, no estaba aquí. Terminé en cigarro y me levanté para apagarlo en el cenicero que tenía en la ventana. Volví a la cama y la abrí para luego meterme dentro. Cerré los ojos e intenté dormir algo, llevaba unos días que no dormía bien. Estaba a punto de dormirme cuando la puerta de mi cuarto se abrió.
-Madre del amor hermoso.- Dijo Marta tapándose la nariz.- Tía Natalia, aquí hay una peste a tabaco.- Me espetó apoyándose en el marco de la puerta.
-Lo sé.- Suspiré tapándome más con las mantas.- He fumado y no he abierto la ventana, lo siento.- Me disculpé con mi amiga e intenté volver a dormir.
-Natalia.- Me llamó Marta pero me hice la dormida.- Natalia.- Me volvió a llamar pero la volví a ignorar.- Natalia Lacunza, no me ignores.- La oía cada vez más cerca de mí.- No me hagas llamar a la Mari, que esa te saca a patadas.- Me amenazó mencionando a la rubia. Intenté reírme pero no me salió.
-¿Qué?- Le pregunté incorporándome hasta quedar sentada en la cama.
-Te pasa algo.- Afirmó mirándome fijamente.
-No me pasa nada Marta, es solo que estoy algo cansada.- Le dije desviando mi mirada y el tema.
-Y una mierda.- Me dijo enfadada.- Llevas muy rara desde hace semanas, a ti te pasa algo.- Razonó y yo negué con la cabeza.
-No quiero hablar de ello Marta.- Le dije volviéndome a acostar en la cama y tapando mi cuerpo al completo con la sábana.
-Ah no, de eso nada.- Oí como decía la malagueña antes de quitar la sábanas de encima de mi cuerpo.- Me da igual que no quieras contarme pero no voy a permitir que te quedes acostada.- Me volvió a amenazar.- Llevas aquí enclaustrada desde las 8 y media de la tarde y son las 10. Tanto tiempo en una habitación con esta peste no debe de ser bueno.
-Pero Marta...- Comencé pero ella me cortó.
-Ni Marta y ni leches, levántate de la cama y vamos al salón.- Dijo y empezó a caminar en dirección a la puerta.- He hecho unos macarrones con tomate, espero verte en la cocina en menos de 5 minutos.- Me dijo desde la puerta.- Si no te voy a arrastrar.- Acto seguido abandonó mi cuarto.
Me levanté a regañadientes de la cama, sabía lo pesada y convincente que podía llegara a ser mi amiga. Salí al pasillo, no sin antes abrir la ventana de mi cuarto para que se ventilase. Fui a la cocina y me encontré a la morena sirviendo los macarrones en dos platos.