𝓪 𝓽 𝓻 𝓮 𝓿 𝓲 𝓶 𝓲 𝓮 𝓷 𝓽 𝓸 𝙄𝙄

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Alba y Natalia están muy felices juntas, pero los fantasmas del pasado pueden perturbar su paz.

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Narra Alba

Me revolví incómoda en la cama mientras que la pesadilla seguía persiguiéndome. Conseguí abrir los ojos y me incorporé en la cama llevándome la mano al pecho. Mi pulso iba a mil por hora y mi respiración estaba agitada. Me apoyé en el cabecero de la cama pasándome las manos por el pelo nerviosamente.

Miré hacia mi derecha y pude observar como la morena seguía dormida ajena a lo que acaba de pasar. Menos mal que no se había despertado, llevábamos unas semanas muy ajetreadas y quería que descansara. Su carita de bebé aplastada contra la almohada y su cuerpo simplemente tapado con las sábanas me sacaron un tímida sonrisa.

Intenté serenarme un poco para volver a dormirme. Lo intenté un par de veces pero al ver que era imposible y que acabaría dando vueltas en la cama y como consecuencia, despertado a la morena decidí abandonar la cama. Le di un besito en la frente a mi novia y me destapé poniéndome de pie.

Cuando mi cuerpo abandonó el calor que me proporcionaban las sábanas, un escalofrío recorrió mi espina dorsal. Normal, no llevaba ninguna prenda de ropa. Tomé unas bragas del cajón con cuidado de no hacer mucho ruido y me coloqué la camiseta que horas antes le había quitado a Nat.

Eché un última mirada a mi chica que dormía sin enterarse de nada y abrí la puerta de mi cuarto. Mis padres no estaban en casa y mi hermana se había quedado a dormir en casa de una amiga así que Natalia y yo estábamos solas en casa. Caminé por los pasillos de casa hasta llegar al salón. Abrí la puerta del balcón y salí para sentarme un ratito en uno de los sillones.

Me recosté en uno sintiendo la suave brisa veraniega que comenzaba a levantarse en Madrid. Suspiré y me estiré para coger el paquete de tabaco que había encima de la mesa junto con el mechero. No solía fumar muy a menudo, solo cuando estaba muy estrésala o cuando sentía que el mundo podía conmigo. Ese era uno de esos momentos.

Puse el cigarro en mis labios y lo encendí. Tomé una calada y la solté lentamente intentando que mis malos recuerdos se fueran con ella. No pude evitar divagar otra vez sobre el tema que me estaba preocupando.

Las pesadillas llevaban conmigo desde la fatídica noche que un tío estuvo a punto de aprovecharse de mí. Al principio, todo era peor. Las pesadillas con lo que había pasado y el dolor eran constantes. Apenas dormía y el apetito se me había quitado. Me daba miedo cerrar los ojos y que se me viniera todo encima.

Estuve lleno al psicólogo durante mucho tiempo y lo fui superando poco a poco. Aunque, creo que cuando lo pude superar del todo fue cuando me mudé a Madrid. Aquí había conocido a Nat y fue gracias ella cuando pude sentirme bien completamente. Siempre me estaba cuidando y mimando. Además, me había dado la mejor primera vez que nadie podría pedir. Había estado súper pendiente de mí y no había hecho nada que yo no quisiera. Me había tratado como una reina y siempre me había estado recordando lo mucho que amaba. Y yo a ella también claro.

Sin embargo, a pesar de la buena relación que tenía ahora con mi novia y que ahora podía hacer el amor con ella sin miedo, las pesadillas habían vuelto. No había tenido una pesadilla desde que llegué a Madrid pero esa noche, había vuelto. No me hacía una idea de porque las pesadillas habían vuelto ahora. Le di un par de vueltas más y al final lo achaqué a que sería algo muy puntual pues había ocurrido por esas fechas.

Le di otra calada al cigarro cerrando los ojos y sin abrirlos durante unos instantes. Estaba empezando a sentirme más clamada cuando mi paz fue interrumpida por un sonido dentro de la casa. Pude ver como una cabecita morena se asomaba por la puerta del balcón con una expresión de perdón en su carita.

Albalia - OneShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora