¿Qué pasa cuando tienes que pasar la cuarentena encerrada con tu mejor amiga?
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Narra Natalia
Tarareaba una melodía aleatoria mientras que le daba vueltas a la sopa que estaba preparando en ese momento. Saqué la el cucharón de madera y probé el sabor de la sopa. La saboreé y sonreí orgullosa del resultado. Tapé la olla con la tapadera y revisé los macarrones al horno que estaban haciendo. Pude ver como le quedaban relativamente poco para terminar de hacerse por lo que me dispuse a poner la mesa.
Saqué el mejor mantel tenía en casa y lo extendí sobre la mesita de café del salón. Puse unos cojines a modo de asiento alrededor de la mesa y coloqué el jarrón con las flores que había comprado esa tarde. Encendí las lucecitas más flojas del salón y encendí dos velas de vainilla, sus favoritas.
Estaba sirviendo dos copas de nuestro vino blanco favorito cuando oí la puerta. Sonreí inevitablemente y dejé la botella sobre la mesa esperando verla entrar al salón. Pocos segundos después, la rubia se adentraba en el salón con una cara de pena y cansancio tremendas. Frunció el ceño extrañada al ver el salón de esa manera.
-¿Esperas a alguien?- Me preguntó Alba cruzándose de brazos apoyada en la pared.
-Sí.- Respondí tímida mirando a mi amiga mientras que me rascaba la nuca.- He preparado la cena y pensaba que una noche tranquilita nos vendría de bien.- Expliqué con una tímida sonrisa pero la rubia solo rodó los ojos.
-Te lo agradezco Natalia pero no tengo ganas.- Me dijo con un tono borde haciendo que agachara la cabeza.
-Pero Albi, hace mucho tiempo que no pasamos un rato juntas.- Le dije apartando los ojos de suelo con cierto dolor en los ojos.
-Estoy ocupada Natalia, lo sabes.- Dijo ella dejando ver las pocas ganas que tenía de seguir con la conversación. Al ver que no decía nada, se fue adentrando hacia su habitación.
-Albi pero...- Comencé a decir para convencerla de que cenara conmigo.
-¡Joder Natalia!- Me gritó mi amiga haciendo que me sorprendiera, Alba nunca me había gritado.- ¡¿Es que no entiendes que no quiero cenar contigo?!- Exclamó para después meterse en su habitación dando un portazo tras ella.
Suspiré pesadamente llevándome la mano a la mejilla para retirar una lágrima rebelde que se deslizaba por ella. Negué con la cabeza y me adentré otra noche más en la cocina, sola. Estaba acostumbrada a que las cosas fueran así desde hacía un tiempo pero no estaba acostumbrada a los gritos de la rubia.
Mi relación con Alba se había enfriado en las últimas semana. La rubia y yo llevábamos siendo amigas desde primero de la ESO. Las dos éramos nuevas en ese instinto de Madrid y no tratamos casi nada en conectar. Desde ese momento, nos habíamos vuelto mejores amigas.
Alba siempre había sido mi principal apoyo en todo. Era mi pilar fundamental y me estaban ganas de llorar de lo que la quería. Había sido la primera persona a la que me atrevido a contarle que era bisexual y ella había hecho los mismo conmigo. Éramos uña y carne y no me imaginaba una vida sin Albi a mi lado.
Cuando terminamos el instituto, nos mudamos juntas a un pisito de Malasaña. No era muy grande pero estábamos súper a gusto las dos. Alba estudiaba Bellas Artes mientras que yo lo daba todo en el conservatorio. En la universidad, conocimos al que hasta hoy había sido nuestro grupo de amigos. Bueno y la rubia había conocido también a Paula.
Alba empezó a salir con la chica a principios de nuestro segundo año de carrera después de conocerse durante todo un verano. Para todo el mundo, Paula y Alba eran la pareja perfecta. Siempre habían tenido una relación de respeto y confianza la una con la otra y muchos pesaban que iban a estar juntas toda la vida.