Alba y Natalia están prometidas, aún que un hecho del pasado sigue rodando la cabeza de la navarra.
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Narra Natalia
Tecleaba con pasimonia en el ordenador de mi despacho. La mañana estaba bastante tranquila en las oficinas. Todos los maquetas estaban entregadas, por lo que podía respirar tranquila. Había veces que me agobiaba pensando que todo podía salir mal. Ser la directora de una de las discográficas más importantes a nivel nacional no era fácil. Continuaba con mi trabajo cuando una notificación de mi móvil hizo que me sobresaltara. Rápidamente cogí el aparato y lo encendí.
-Joder Alba.- Dije para mí misma al darme cuenta que solo se trataba de una notificación del correo.- Mi amor, me estás preocupando.- Volví decir recostándome sobre el respaldo de la silla.
Mi prometida solía llamarme todos los días a esa hora de la mañana, ya que era su hora libre en el instituto. Alba era profesora de dibujo en un instituto de Madrid. Por eso, solo podíamos hablar por la mañana en sus descansos pero ese día no lo había hecho. Sabía que era un tontería preocuparme, seguramente se le habría pasado o no habría podido pero aun así me algo si me preocupaba.
-Tranquilízate Natalia, seguro que en cuanto llegues a casa está allí.- Me dije a mí misma devolviendo mi vista el ordenador para seguir trabajando. Diez minutos después, la puerta de mi despacho se abrió.
-¿Señorita Lacunza?- Me saludó Javi, mi secretario. Estaba en la puerta con el teléfono de la empresa en su mano.
-¿Ocurre algo?- Le pregunté levantando la vista de la mesa para mirarlo con una sonrisa.
-Quieren hablar con usted.- Me respondió.- Dicen que es urgente.- Hice una mueca, no sabía quién podría ser.
-¿Quién es?- Pregunté intrigada.
-No lo sé señorita.- Se encogió de hombros.- No me han dado más información, quieren hablar directamente con usted.- Me contestó.
-Está bien.- Suspiré pensado que podría ser algún cliente dando por saco.- Pásame la llamada por favor.
-En seguida.- Asintió y volvió a su mesa, cerrando la puerta de mi despacho tras de sí. Segundos después, el teléfono de mi mesa comenzó a sonar. Descolgué y lo llevé al oído.
-¿Dígame?- Pregunté intentando reconocer el número, no me sonaba de nada.
-¿Es usted la señorita Lacunza?- Me preguntó un hombre.
-Sí, soy yo.- Afirmé jugando con mi pelo.
-La llamo desde el departamento de policía.- Me tensé rápidamente.- ¿Conoce a Alba Martínez Reche?- Me preguntó el hombre. En cuanto el nombre de mi prometida salió de sus labios, sentí miedo.
-E...es mi pr..prometida.- Le dije tartamudeando, me estaba poniendo muy nerviosa. Tanto que las manos no paraban de temblarme.
-Comprendo.- Siguió el hombre.- La llamo porque su prometida la tiene como número de emergencia y en estos casos hay que hacer esto.- Me estaba puesto muy nerviosa que no dejara de dar vuelta.
-Por favor, dígame si le ha pasado algo.- Le supliqué levantándome de la silla y comenzando a dar vueltas por mi despacho.
-Está en el hospital.- Mi mundo se cayó al oír esas palabras. Las lágrimas comenzaron a brotar sin control de mis ojos esperando a que el hombre siguiera.- En el instituto donde trabaja ha habido una explosión en las calderas por lo que se ha producido un incendio.- Notaba que las piernas comenzaban a fallarme, no podía ser.- Según lo que me han contado el resto de profesorado, su prometida ha sacado a su clase del recinto pero ha vuelto para poder sacar a otra que estaba sin profesor.- Me pasé la mano por el pelo llorando, solo a ella se le ocurría. Al ver que el señor no continuaba, hablé.