Me pidieron en un comentario que hiciera la parte cuatro de palacio y como me pareció muy guay volver a retomarlo pues aquí la traigo.
¿Puede Alba volver a sentir el miedo de volver a peder a Natalia después de tantos años?
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Narra Alba
La luz del sol se iba colando de manera tímida por la ventana de mi cuarto. Poco a poco se fue moviendo hasta acabar dando en mis ojos cerrados. Fruncí el ceño molesta y entre dormida y despierta. Me giré para abrazarme al cuerpo que dormía a mi lado pero me di de bruces contra el colchón vacío.
Abrí los ojos lentamente intentando acostumbrarme a la luz del sol. Miré el lado de la cama que siempre ocupaba mi mujer para encontrármelo vacío. Me pasé la mano por el pelo confundida al no verla, siempre me levantaba yo antes que ella.
-¿Nat?- La llamé sentándome en nuestra cama y apoyando mi espalda en el cabecero.
No me contestó pero a los pocos segundos oí como se abría la puerta del cuarto de baño. Nat se apoyó en el marcó de la puerta mientras se secaba el pelo con una toalla. Ya estaba vestida y me miraba con una sonrisa que no tardé en devolverle.
-Buenos días reina.- Me saludó dejando la toalla en el baño y acercándose a la cama.
-Buenos días mi vida.- Le sonreí cuando llegó a mi lado y me dio un tierno beso en los labios.
Sin ella esperárselo, tiré suavemente de ella haciendo que cayera a mi lado en la cama. Me abracé con fuerza a su cuerpo y escondí la cabeza en su pecho. Cogí aire en su cuello y suspiré feliz, mi esposa siempre olía bien.
-Albi, que ya estaba vestida y todo.- Se quejó la morena aunque debía que estaba sonido.
-Es que te has levantado muy pronto mi amor.- Dije apretándola con más fuerza mientras que ella me acariciaba la espalda.- Es muy temprano Nat, vamos a dormir un poco más.- Puse un puchero y cerré los ojos dispuesta a dormirme oyendo el latido del corazón de la mujer de mi vida.
-Cielo, tengo que irme.- Susurró en mi oído y yo negué.- Vamos cariño, sabes que hoy nos vamos de misión.- Me recordó mi mujer y yo me tensé cuando recordé que hoy se tenía que ir.
Había pasado muchísimos años desde el accidente de Nat cuando mi padre todavía era rey pero yo todavía seguía pasando mucho miedo cuando se iba. Nunca dormía bien aunque supiera que era una misión fácil y sin riesgo. Estuve muy cerca de perderla ese día y me aterraba el solo hecho de que desapareciera de mi vida.
Y desde que éramos madres más todavía. Siempre que se iba me da miedo que Olivia tuviera que crecer sin una de sus madres pero por suerte nunca había pasado nada. Habíamos tenido algún que otro susto pero nada del otro mundo. A decir verdad, cuando había que mandar un equipo a algún lado siempre intentaba mover algunos hilos para que mi mujer no fuera pero era imposible, ella era la capitana de la guardia.
La misión era aparentemente sencilla. Una visita a un país vecina para hablar de unos tratados y poco más. En principio iba a ir yo pero me había surgido una reunión inamovible y tenía que ir otra persona. Por eso iba Nat porque ella también era la reina de nuestro país.
Cuando nos casamos le aterraba que la mandara a algún tipo de reuniones como esa. Decía que ella no estaba preparada para ser reina y que no se enteraría de nada pero yo tenía fe ciega en ella. Y no me equivocaba, siempre miraba por el bienestar del país y había aprendido a salir airosa de esas reuniones.
-No Nat.- Le dije como una niña pequeña escondiéndome más en su pecho.
-Albi cielo, tengo que ir.- Me dijo besando mi cabeza.- Sabes que alguien tiene que ir de representante en tu lugar y tengo que ser yo, así los habéis decido en el consejo. Además, ya lo he hecho más veces.- Le quitó peso al asunto sin dejar de acariciarme.