11.

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Una palabra; estupenda.
Así es, estaba viéndome frente al espejo como luzco con el uniforme de la preparatoria. No es por presumir, pero luzco muy bien, cada parte del atuendo hace que mis curvas luzcan al cien porciento, parezco una colegiala, sin duda alguna este uniforme es de mi gusto.
El uniforme cuenta con una camisa de botones color azul claro, una corbata roja con rayas azules y negras. Un chaleco negro con decoración blancas y una falda que llega un poco más arriba de mis rodillas, en los bordes de esta tienen rayas blancas, son dos. Y lucen muy lindas, traigo mi cabello suelto; ya que si lo agarro los cabellos pequeños se soltaron en el trascurso del día.
Me gire hacia mi cama y me senté en ella, acto seguido; tomé mi teléfono y marque el número de mamá.
— Buenos días, cariño. —respondió al tercer sonido.— ¿Qué se te ofrece? estoy muy ocupada. —su comentario hizo que el malhumor viniera a mí.
— Mamá, entro a la escuela en menos de treinta minutos y no estás aquí. —digo entre dientes.— ¿Quién me llevará?
Hace dos días que no veo a mamá y a Octavio, no sé qué tanto hacen en el trabajo que les consume todo el tiempo, pero no me gusta estar tan sola aquí.
— ¡Oh, dios mío! —exclamo causando que alejara el teléfono de mi por un segundo.— Lo olvide por completo, mi amor. De verdad lo siento. ¿Podrías irte caminando? —nuevamente; rodé los ojos.
— No sé dónde diablos queda la preparatoria aquí. —hable con obviedad.
— No sé qué hacer, hija. —cuestinó.— ¿Te doy las indicaciones para que vayas?
— ¡Mamá! -protesté enfadada.
— ¡Está bien, lo siento! —se retracto al instante.— Llamaré a Ryan, en un momento te mando mensaje. —sin más; colgó.
No me dejó ni siquiera alegar sobre eso, no quería faltar a mí primer día de clases. O más bien, no quería seguir atrasada en mis estudios, sólo quiero distraerme un poco, aunque llenándome de tareas y esas cosas. Pero que Ryan me llevará a la escuela sería algo extraño, no quiero que él me lleve, probablemente estaría hablando mucho durante el camino o estaría de coqueto. Eso a mí no me gusta.
Mi teléfono vibro en mis manos. Era un mensaje de texto; de mamá:
«Ryan va para la casa, que tengas buen día. Hija, mucha suerte en tu primer día de clases.»
Entonces fue cuando mi teléfono volvió a vibrar, era otro mensaje de texto de un número desconocido:
«Estoy afuera, sal:)»
Ryan.
Seguramente era él.
¿Quién más?
Tome mi mochila y me puse de pie, hice todo lo necesario para dejar asegurado todo y me encamine hasta llegar a la banqueta de la casa, en la pavimentada estaba el auto negro de ayer.
Estaba en lo cierto, era Ryan el del mensaje. Bajo del coche y abrió la puerta del copiloto, ni siquiera me moleste en saludarlo o verlo a la cara, simplemente subí al coche y cerré la puerta sin esperar nada más. A los segundos él subió y encendió el aire acondicionado.
Por un momento sentí sus ojos en mí, pero sólo me limité a ver hacia delante. El malhumor estaba en mí y seguramente no me dejaría hasta el final del día, Ryan arrancó el auto y en poco tiempo tomo de camino la carretera.
— ¿De malhumor? —pregunto él, su voz era mucho más ronca por la mañana.
Eso hizo que volteara a verlo, pero él mantuvo la vista al frente.
— Algo así. —conteste y volví mi vista a la carretera.
— Anímate. —esta vez su voz fue un poco más alegre.— Es tu primer día de clases aquí y eso debe entusiasmarte.
— Créeme que no me entusiasma en lo mínimo. —contraje mi labio inferior a mi boca y lo chupe con molestia, después de un segundo lo dejé en libertad.— Desde que llegué aquí no ha pasado nada bueno, sólo he estado sola todo el tiempo. —comenté con enojo.
De un momento a otro el malhumor fue reemplazado por molestia y enojo. Sentí como mi respiración fue acelerándose de poco en poco, eso siempre pasa cuando ni yo misma me aguanto, cuando no me aguanto comienzo a decir cosas incoherentes y eso no me gusta, pero es algo que no puedo controlar.
— No tienes ni una semana aquí, es por eso que se te dificulta todo. —sus palabras hacen que me enoje aún más.— Sólo deja que pasen unos días más para que estés mejor.
— Tus palabras no me están ayudando en nada. —renegué.— Mejor dejemos esto hasta aquí.
Está bien. —asintió.— Nada más déjame decirte una cosa. —no respondí nada, espere a que prosiguiera:— Luces muy linda con ese uniforme.
Pero en vez de que su comentario hiciera que esas sensaciones vinieran a mí; hizo lo contrario, sentí unas inmensas ganas de soltarle un golpe en la cara para que se callara de una buena vez. Esto es lo que no quería, no quería que Ryan me trajera porque sabía que empezaría con sus cosas.
Odio que los hombres sean así, piensan que caen bien siendo así, pero no. Al menos a mí no me gusta, eso caen muy mal.
— ¡Cierra la boca, Ryanair! —ordene con desesperación.
— Enojona. —susurro burlón.
No le hice caso, sólo me limité a guardar silencio. Después de unos minutos se estaciono en un estacionamiento, de lo molesta que estaba espere a que él abriera la puerta, lo hizo sin problemas y enseguida baje.
Frente a mí se encontraba un portón negro, era la entrada de la preparatoria. Chicos y chicas entraban como si hubiera algo valioso ahí adentro, estaba un seguridad en la entrada que veía todo, era como un tipo conserje, pero por su vestimenta parecía más un seguridad del área. Autos llegaban a la banqueta y bajaban chicos, algunos llegaban caminando y otros en bus. Era todo un alboroto en este momento.
Tome mi mochila del auto y cerré la puerta, acomodé mi uniforme por si algo estuviera mal. Entonces fue cuando volví a sentir su mirada, en este momento siento como Ryan está mirándome, su mirada es tan pesada que cualquier persona podría darse cuenta de que él lo observa. Volví mis ojos a los suyos y el sonrió mostrándome sus lindos hoyuelos.
— Gracias por traerme. —agradecí más calmada.
— No hay problema. —por un momento se acercó a mí y beso mi mejilla, rápidamente tome mi distancia.— ¿Y, Victoria? —me llamo.
— ¿Si? —me límite a responder.
— Si algún tipejo allá adentro te llega a faltar el respeto o trata de hacerte algo indebido, házmelo saber. —hablo con inmensa seriedad.
— Así será. —asentí con un movimiento de cabeza.
— Suerte. —susurro y rodeó el auto.
No esperé a que subiera, sólo comencé a caminar. Puse la mochila en mi espalda y seguí con mi camino. Al pasar por un costado del conserje/seguridad le sonreí con amabilidad, el señor solo hizo un movimiento de cabeza en señal de saludo. Luego seguí adentrándome al lugar.
Entrando aquí sería un nuevo comienzo, estar aquí hizo que recordara mis días en Miami, los días con mis amigos y conocidos. Las veces que hacía bromas pesadas y terminaba en la dirección, esos eran días hermosos para mí. Y así como lo había imaginado pasó; todos me miraban como bicho raro.
En vez de amar el momento, lo odié.

La Chica Indicada ✔️ [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora