Capítulo 6.

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Amy.

¡Odio mi trabajo!

Amo la carrera que elegí, ser abogada me encanta, mi mayor problema es el lugar donde trabajo. Ese maldito bufete me hace replantear todos los días mi vida, no quiero ser como ellos pero siento que nos meten a todos en la misma bolsa y sumado al idiota que jefe que tengo, me hace pensar que por ahí debía aislarme de ese mundo para solo vivir de la fortuna de mi familia o unirme a la empresa familiar para trabajar con ellos.

Lo que siempre negué capas se cumplía.

Se que mis tíos me recibirían con los brazos abiertos en la empresa pero no quería eso necesitaba que alguien me reconozca por mis logros, tener esa fama o reputación pero solo por mi trabajo no porque mi familia.

Que difícil es mi vida.

- Mami - la voz de mi pequeño hijo me saca de mis pensamientos.

- ¿Qué pasa mi príncipe? - le pregunto acariciando su oscuro cabello.

- No quedo el panques - se queja frunciendo el ceño.

Hasta en ese simple gesto se parece a él.

- No quiero panques - lo corrijo porque le cuesta bastante pronunciar la ere.

Bufa y se cruza de brazos todo molesto por favor no podía ser más parecido a Alexander porque era casi imposible.

- No quedo - empuja el plato.

- Matheo - suspiro dándole un sorbo a mi té.

- No quedo il - se queja haciendo un mohin.

- Debo ir a trabajar y tú a clases, cariño - digo con dulzura.

Tengo que reconocer que he creado un pequeño monstruo todo caprichoso y berrinchudo cuando se lo propone pero también tiene su lado amoroso donde me lo como a besos, es un niño con un carácter bastante peculiar.

- ¿Poque tabajas? - me pregunta observandome con esos fuertes ojos color café.

- Porque hay que comprar la comida de la casa, pagar cuentas y además para irnos de vacaciones a Disney - le recuerdo.

- ¿Disney? - pregunta con una gran sonrisa.

- ¿Eso no es lo que me pediste para tu cumpleaños? - me hago la pensativa ocultando mi sonrisa.

- ¡Sii! - grita felíz y se tira sobre mí para abrazarme.

- Iremos si tú vas a la escuela y yo a trabajar - digo sería.

Él solo asiente y con mi ayuda lo bajo de la silla para que termine de acomodar las cosas en su mochila, justo cuando el timbre de mi departamento suena informando la llega del niñero del día. Mi hermano Adler estaba ahí con una gran sonrisa y un late en su mano para mí.

- Gracias - murmuro dándole un abrazo.

- Tranquila A - responde entrenado a mi casa. - ¿Dónde está el enano demoníaco? - grita llamando a Matheo.

- ¡Tíoo! - aparece mi hijo corriendo para colgarse de él.

Adler es mi único hermano, nos llevamos cuatro años de diferencia, no se que hubiera sido mi vida sin este idiota que me cuida de todo.

- Vamo a il en tu auto con la silena - dice mi hijo provocando que frunza mi ceño

- Enano - se rasca la nuca Adler.

- Espero que no sea lo que me imagino - miro de mala manera a mi hermano.

- No es nada, vamos enano - toma la pequeña mano de mi hijo tratando de huir.

Alguien tiene que ceder (11° SAI)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora