Capítulo 23.

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Me había pasado todo un día cuidando a Amy, ella no estaba tan bien como trataba de demostrar, la notaba enojada y sobretodo con mucha culpa como si ella hubiera sido la causante de todo.

No fue su culpa.

El enfermo de su ex jefe trato de inculpar a ella de todo que se le insinuó, él se negó y como venganza lo había denuncia cosa que era totalmente diferente, las grabaciones de las cámaras de seguridad que estaban en mis manos y las de Adler decían todo lo contrario y cada vez le tenía más rabia por estar difamando su honor.

¡Lo iba a matar!

Esta mañana al levantarme, ya tenía decidido lo que iba hacer, me importaba poco y nada que ese viejo decrépito quiera demandarme, no iba a dejar impune esto.

- Señor De Luca no puede pasar - escucho que me dice una chica de recepción.

Estaba tan cegado por la rabia que veía casi todo rojo, sin importarme las palabras de la chica entre a la oficina de Carlo Bianco que se encontraba muy tranquilo leyendo aparentemente un periódico.

- ¡Qué mierda! - exclama al verme.

- ¿Pensaste que no vendría? - inquiero de forma amenazante.

- Vete de mi oficina o llamo a seguridad - sentencia desafiando.

- ¿Tan cobarde eres? - digo riendo.

El viejo se levanta de su asiento para enfrentarme. - Ya se porque viene aquí, por la puta - dice divertido y queda a unos pasos míos. - Es una buena chupadora de pollas, ahora entiendo porque la quieres solo para tí - agrega.

Al terminar de escuchar sus palabras, la ira interna que tenía explotó que solo bastó que levantará mi puño para darle un buen golpe en su quijada y caiga desplomado en piso.

- Nunca en tu jodida vida vuelvas a llamarla de esa forma - digo cabreado.

- Voy arruinarte - me contesta tirado en el piso.

Suelto una risa irónica. - El que va arruinarte soy yo Bianco, prepárate para perder todo - declaro mirándolo con asco.

La gente de seguridad entra a la oficina y ve toda la situación, sin nisiquiera mirar atrás salgo de ese lugar, no iba a dejar que ninguno de esos hombres me toque o los demandaría.

Iba a destruir a ese hombre, Adler tenía la información que había muchas mujeres que lo denunciaron pero nadie hizo nada hasta ahora que yo mismo me pondré a trabajar para que cada una tenga la justicia que necesita.

- Alexander - me detiene mi padre al bajar del auto.

- Buenos días papá - digo y siento un dolor en mi mano.

Observo mi mano y veo cierto enrojecimiento en mis puños, sentía cierto dolor en la zona.

- ¿Qué te sucedió? - inquiere al ver mi mano.

- Nada - respondo tajante.

- Alexander - reprocha con su mirada sería.

Lo miro y por la cara que tiene, ya sabe todo. - Hace falta que te diga - acoto caminando para ir al bufete.

- Quiero saber de tu boca porque irrumpiste en el bufete Bianco - comenta siguiéndome el paso.

- Son problemas entre él y yo - comento chasquendo la lengua.

Lo menos que quería es que mi padre este metido en esto.

- Entra - sentencia papá marcando para que pase a su oficina. - Quiero la verdad Alexander porque debemos estar preparados para lo que se viene - agrega al sentarse en su sillón.

Alguien tiene que ceder (11° SAI)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora