Capítulo 30.

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Amy.

Nunca imaginé que escuchar a Alex declarar su amor por mí cambiaría tanto las cosas, un mes llevábamos siendo novios oficialmente toda nuestra familia estaba bastante feliz que al fin nos hayamos dado la oportunidad de intentarlo y esperaban ansiosos nuestros próximos pasos, según ellos habíamos perdido mucho tiempo y debíamos recuperarlo rápido.

- ¿Tan temprano? - dice Alexander al abrazarme por detrás.

- Alguien debe preparar el desayuno de nuestro hijo - acoto sonríendo al sentir como sus manos juguetonas se escabulle por mi escote de la bata que tengo puesta para acariciar mis pezones.

Este hombre es insaciable.

- Te quiero, gatita - murmura en mi oido mientras reparte besos en la curvatura de mi cuello.

- Alexander - musito sintiendo como su entrepierna choca contra mi trasero.

- Deja de hacerte la difícil - dice con su voz ronca.

- Mami - escuchamos la voz de nuestro hijo que nos obliga a separarnos y veo como Alexander sale corriendo por la puerta lateral para que Matheo no lo vea cómo estaba de emocionado está mañana.

- En la cocina - grito y veo como mi pequeño hijo entra fregando sus ojos símbolo que recién despertaba.

- ¿Papi? - pregunta.

- Se está bañando - me acerco a darle un beso en su frente. - Vamos a lavar los dientes y después a comer lo que te prepare - agrego tomando su mano para llevarlo al baño de su habitación.

Alexander aparece unos minutos después de que sirva el desayuno a nuestro hijo, me sonríe y deja un suave beso en mis labios al sentarse a mi lado.

- ¿Puedo tener un perro? - nos pregunta Matheo con la boca llena de cereales.

- Que te dije de hablar con comida dentro de la boca - comenta su padre.

- Lo siento papá - se limpia la boca. - ¿Puedo tener un perro? - repite nuevamente.

- En el edificio que vivimos no está permitido tener mascotas hijo - respondo tratando de que entienda este punto que hace meses estamos discutiendo por ese tema que quiere un perro o un gato.

No es que no me gusten los animales pero tener uno significa una gran responsabilidad y lleva mucho tiempo cuidarlos, mis horas de trabajo sumado con un niño de casi cuatro años no son buena combinación para mi vida.

- En el de papá sí - acota.

- Más razones para que vengan a vivir a mi departamento - comenta Alex divertido.

- No ayudas en esto - digo con una fulminante mirada. - Por ahora no podemos tener un perro más adelante lo veremos - agrego tratando de ser un poco conciliadora.

- ¿Puedo tener un hermanito? - me consulta juntando sus manos en un por favor.

Su padre suelta una risa divertida, definitivamente no está ayudando en nada en estos temas y yo debo cargar con el título de mala al negarle todo.

- Termina de desayunar que ya debemos salir - interviene él sacándome del apuro.

Matheo le hace caso a su padre y termina su desayuno por completo para luego bajarse de la silla e ir a buscar su mochila así lo llevamos al colegio.

- Deben mudarse conmigo - habla sin mirarme centrado en su café.

- Sigue soñando eso, además estamos en el siglo veintiuno Alexander puedes mudarte tu a mi departamento - contraataco.

Alguien tiene que ceder (11° SAI)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora