15.

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EMILIO

Su cuerpo pegado al mío mandaba miles de sensaciones al resto de mi cuerpo. Lo había extrañado tanto.

Joaco enterró su cara en mi cuello y me aferré lo mas que pude, luego besé su cabellera y sonreí para mi mismo.

No le tomé importancia al tiempo en el que estuvimos así, pero el sonido de un trueno nos hizo salir de esa burbuja para poder mirarnos a los ojos.
Los suyos estaban rojitos, como si no hubiera descansado nada bien estos últimos días, y sus mejillas estaban teñidas de un ligero color carmesí, se veía tan adorable.

—¿Puedo pasar? —pregunté en un susurro mientras intentaba secar mi cabello húmedo.

—Oh, c-claro, —él se hizo a un lado y despues cerro la puerta —¿por qué viniste, Emilio? —voltee a mirarlo y noté que su cabeza seguía baja mientras se aferraba a la cobija que llevaba con fuerza.

—Necesitaba verte. —respondí honesto logrando que levantara la vista, sonrió.

Me mantuve en silencio observándolo con atención, lo notaba muy apagado, como si no tuviera ganas de nada.
Me dijo que fuéramos a su habitación para que me secara con la excusa de que no quería que pescara un resfriado, no pude evitar que una sonrisa boba se colara en mi rostro ante esto.

Cuando comenzamos a caminar pude notar que se tambaleaba mucho con cada paso, de un momento a otro se quedo quieto mientras se sostenía la cabeza, me acerque a él con miedo a que se cayera.

Lo pegué a mi pecho de nuevo y despues coloque mi mano en su frente, me sorprendí cuando sentí que estaba estallando en fiebre. Ignorando sus comentarios de que se encontraba bien lo tomé de los muslos y de la espalda para cargarlo, sus manos se aferraron a mi camisa mientras cerraba sus ojos agotado.

Ya había venido aquí varias veces, así que sabia donde estaba su habitación, cuando entré me sorprendí al encontrar el aire acondicionado encendido y además miles de cobijas sobre su cama, lo que me confirmo que llevaba un buen rato enfermo.

Lo recosté en la cama con delicadeza y le coloque otra cobija encima, al parecer había logrado quedarse dormido; se veía tan sereno de ese modo, su pecho subiendo y bajando tranquilamente y una ligera sonrisa que colándose por sus labios.
Me senté a su lado y dirigí mi mano a su cabello, donde comenzó a enredar mis dedos en sus ya crecidos rizos, despues bajé por su mejilla deteniéndome en la comisura de sus labios. Mi vista se poso en estos e inconscientemente me acerque con propósito de dejar un castro beso, a solo centímetros de ellos me separé reconsiderándolo por completo.

Me reclamaba por haber intentado hacer eso, él no estaba consciente y lo que menos quería era que mi cabeza se llenara de aún mas dudas como lo estaba en esos momentos, es mas, ni siquiera estaba seguro del porque me encontraba aquí en primer lugar. Extrañaba su compañía tal vez.

Mi interés por él no había cambiado en lo absoluto, aún pensaba que no podría interesarme, el es un chico que no merece a alguien como yo en su vida, que lo a lastimado infinidad de veces y que regresa a el como si nada para volver a repetir el mismo ciclo.

Me sentía como una basura. Él no se merecía nada de mi; lo peor de todo era que no solo no podía estar junto a él, sino que tampoco podía permitir que alguien se le acercara, la sangre me hervía de tan solo pensarlo.

Lo miré una vez mas y comencé a maldecir mil veces, ya que él estaba causando estragos en mi que no debía sentir. No quería que todos esos sentimientos que creía tener por el siguieran atormentándome día y noche.

—Quiero dejarte en paz, dejarte ser feliz con alguien que de verdad quiera estar contigo, pero no puedo... —susurre y luego hice una pausa mientras ponía mi mano sobre la suya —te necesito para ser feliz.

Sentí a su mano moverse apenas, y al instante en que levante la mirada, efectivamente, se encontraba muy despierto y escuchándome.
La sonrisa en su rostro me provoco mas nervios.

—Yo también te necesito, Emi. —susurro mientras apretaba levemente mi mano.

No sabía que decirle, no podía simplemente evadir el tema por siempre.

—Joaco y-yo... —dije en un susurro intentando decirle la verdad, pero sus labios se posaron en los míos antes de poder decir mas.

Joaquín se había sentado por completo en la cama y sus manos se posaron en mis mejillas para profundizar mas aquel beso que muy en el fondo llevaba anhelando desde que comencé mis noches en vela, y que siendo sinceros me provocaba mucho mas.

Pero también quería separarme, decirle que se alejara de mi, que no soy bueno para su vida y que necesito que sea feliz con alguien mas que no sea yo, pero nunca podría hacer eso, porque soy tan egoísta. Posé mis manos en su espalda baja mientras comenzaba a repartir leves caricias a la par que acercaba su pequeño cuerpo al mío.
Sin esperarlo, mi cuerpo ya se encontraba prácticamente sobre el suyo; el beso ya no era tan tranquilo, ahora era demandante y necesitado.
Mis labios comenzaron a bajar poco a poco, pasando por su barbilla hasta llegar a su cuello en donde enterré mi rostro mientras comenzaba a repartir besos y sentía como nuestras manos se entrelazaban.

—E-emilio. —me llamo en un suspiro.

—¿S-si? —respondí sin descuidar lo que estaba haciendo.

—Te amo.

Me detuve de golpe para despues levantar mi rostro y verificar que había escuchado bien. Una ligera sonrisa se coló en sus labios.

—Joaco yo no... —el me calló con un castro beso mientras comenzaba a acariciar mis mejillas con sus dedos.

—No tienes que responderme ahora, —respondió tranquilo —lograré que te enamores de la misma manera que yo lo estoy de ti.

Y no pude evitar sonreír ante eso.

¿Anoche? [Emiliaco] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora