39.

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AÑOS DESPUÉS.

SAMANTHA

Jugaba con mis manos sobre mi regazo mientras mi cabello castaño caía a lo largo de mi rostro, mi vista fija en el suelo como si fuese lo mas interesante a mi alrededor, aunque podría decirse que así era.

El lugar estaba semivacío, solamente estaba la recepcionista y mi papá Joaquín a mi lado mientras hablaba con alguien por mensaje, no había ruido alguno, hasta juraba que podía escuchar mi propia respiración.

Conocía este lugar a la perfección y las constantes sensaciones que me causaba, ya era parte de mi rutina venir aquí una o dos veces al mes, mis padres se tomaban muy enserio esto de la terapia y las medicaciones, era increíble como es que lo habían soportado desde hace ya nueve años.

No ha sido sencillo, me duele mucho el saber que lo que padezco esta acabando con toda mi familia poco a poco; parece que todas las personas que llegan a mi alrededor solamente lo hacen para mostrar cuanta lástima sienten hacia mi, que me tratan como si en algún momento me fuese a romper. Eso no es así, nunca se me han quitado las ganas de gritarles a todos que no soy débil, que he estado lidiando con esto desde hace tanto que ya siento que no es para tanto, es absurdo.

—No es justo. —hablé en voz baja y papá me miró —Sabes que odio estar aquí.

—Sam, esto es... —el colocó su mano en mi hombro y yo la quité mientras le miraba mal.

—Por mi bien, ya lo se pero, —suspire —habría sido mejor para todos si me hubiese matado en ese accidente.

Me tomó de ambos hombros para mirarle. —¡No digas eso! Estas pasando por algo muy difícil, lo entiendo, pero eso no quiere decir que tu vida no significa nada para los demás, tu papá, tus hermanos y yo te amamos tanto que no permitiremos que te hundas por esto, nunca.

Suspire.

Sabia que hablar sobre lo que ocurrió aquel día era duro para papá, para todos, incluso para mi. Llevo un monstruo dentro de mi, ¿Cómo es que no se les ha cruzado deshacerse de mi?

Llegaron a mi cabeza los fragmentos de aquel día.

Sangre, mucha sangre.

—No sabes lo que dices, —masculle mientras le miraba a los ojos —no entiendes cuanta mierda he tenido que vivir. Quieres comprenderme, pero no puedes, nadie puede.

Pude ver la tristeza que derrocharon sus ojos, sabes que odio verte llorar.
Nunca había tenido una cercanía tan grande con mi papá Joaquín, lo amaba demasiado, pero eso no quitaba que el pasar de los años me hayan hecho alejarme de él; fue hasta mis seis años en los que conocí a mi papá Emilio y formé un lazó realmente fuerte con él.

—Samantha Osorio Bondoni. —mi nombre hizo eco en la habitación —La doctora te verá ahora.

Asentí levemente y le di un último vistazo a papá quien volteo hacia otro lado mientras se aclaraba la garganta; suspire y me levante de mi sitio para dirigirme hacia aquella habitación.

Caminé por aquel pasillo deprimente hasta llegar a la puerta correspondiente, di tres toques en esta y escuche un "pase" desde el interior.

El lugar estaba igual a como lo recordaba, la última vez que estuve aquí fue hace ya casi un mes, y me sorprendía como es que ya conocía todo a la perfección, en donde se ubicaba cada cosa y que no se movían de aquel sitio nunca.
Dirigí mi vista a la doctora Caro frente a mi, una leve sonrisa esbozada en su rostro, las leves arrugas marcadas en las esquinas de sus ojos, sabía que ella ya tenia alrededor de cincuenta años, la experiencia con situaciones como la mía parecía que no le sorprendía. Me agradaba.

¿Anoche? [Emiliaco] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora