EPÍLOGO

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ALEXANDER

Tardamos una hora y media en llegar al hospital, tenía el corazón en la mano y lágrimas secas marcadas en las mejillas, como si todo mi mundo se desboronara a mi alrededor. Dos de las personas mas importantes en el mundo para mi se encontraban en estado crítico y los doctores no sabían si saldrían ilesos de ello.

Me encontraba sentado en la sala de espera del hospital, eran alrededor de las doce de la madrugada, no había dormido y mucho menos comido, no tenia ganas de absolutamente nada, solamente de escuchar cualquier signo de que estarían bien.

Yo no era el que se encontraba peor, Lucia y Emilio eran los mas afectados de todo esto, mi hermanita se encontraba sentada hecha bolita a mi lado con los ojos rojos y lágrimas aún cayendo, había intentado interactuar con ella, lograr que dijera algo, pero nada, no había dicho palabra desde que llegó al hospital. Debió haber sido un trauma horrible ver como es que la bala impactaba en el pecho de papá y no saber que hacer, se me venia el momento a la cabeza y me daban unas ganas inmensas de llorar y vómitar.

Papá Emilio era otro caso, cuando se entero de lo ocurrido su mundo literalmente se vino abajo, yo estuve ahí con el, incluso sentí que se iba a desmayar ahí mismo con lo pálido que se puso.
Horas despues me preocupa el doble su estado, había insistido a los doctores hasta el cansancio en que quería ver a Joaquín pero no se lo han permitido, así que se puso aún mas furioso y desapareció desde hace un rato; quise ir a buscarlo y hablar con él, pero sabía lo necio que era y no me escucharía, estaba cegado, lo que mas le he escuchado decir es "si el se muere, me muero yo también".

Nunca le había dando tantas vueltas a unas simples palabras, ni a lo que pueden causar con tan solo decirlas así como así, pero algo si tenia claro, papá no estaba mintiendo, y eso me asustaba.

Despues de enterarme de todo lo que pasaron tanto juntos como separados aprendí que el amor no tiene límites, ellos se aman tanto que darían su vida por el otro si así fuera; llevan mas de quince años de conocerse y no puedo ni imaginar cuantas situaciones tanto buenas como malas han pasado, es increíble como es que a pesar de eso siguen prometiendo todo aquello. 

Vi a papá atravesar la puerta principal decaído, desde acá podía ver sus claras ojeras y su cabello hecho un desastre, cuando fijo su vista en nosotros se acerco a ocupar el lugar vacío que se encontraba a mi lado y el de Lucia. Lo miré de reojo y él me miró también, intenté sonreír, intente hablar, pero me encontraba inmóvil.

—Lo se, —susurro —estoy hecho un desastre. —una risa sin gracia salió de sus labios —Perdón por no ser yo quien este para calmarlos, ahora soy la persona menos indicada, estoy completamente desesperado, siento mi corazón al borde del colapso y simplemente no se que hacer.

Coloque mi mano sobre su hombro y me mantuve aún cabizbajo.

—Alex. —me llamó pero no quise verlo —Hijo, —tomó mi mentón y lo levantó —t-todo estará bien, ambos son muy fuertes, saldrán de esta, si tenemos fe no dudes que así será. —me sonrió —Ellos te necesitan, necesitan saber que estas aquí, así que... cuando nos den la autorización de verlos, tu irás primero.

Sonreí con tristeza y me abalancé sobre él abrazándolo con todas mis fuerzas.

—Gracias papá. —susurre —Te quiero mucho.

—Yo también, con toda mi alma.

Me separé de él y miré de reojo a Lucia quien se encontraba en la misma posición que antes, su rostro enterrado entre sus piernas, destruida. Papá volteo a verla y asintió.
Me levanté y me puse de rodillas frente suyo.

¿Anoche? [Emiliaco] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora