Desesperado, se pasea por su cuarto, está a una hora de ir a la subasta, el gran químico se volvió famoso desde que logró convertir banales compuestos en amor:
-¿Qué te agobia?-Dijo el hombre en la esquina de la habitación
–Que no sea real
-Tu mismo lo viste en la videoconferencia
–Dudo
-No hay diferencia en que te mantengas despierto que dormido
–Eso no lo sabes
Sonó el despertador, 7:00, se vistió un poco más raro de lo normal, un suéter amarillo y un pantalón de mezclilla negra con zapatos cafés. No bebió el café, ni siquiera tocó los panes franceses, subió a su limusina pensando el la persona a la que le daría esa pizca de amor sólido, sus pensamientos se detuvieron por un segundo, se imaginaba siendo bien recibido, que lo llamara cada día, que le diera regalos incluso que lo molestara un poco, con ese pensamiento recorrió toda la ciudad hasta la casa de subastas. "WATERSHELF CASA DE SUBASTAS" era el letrero pregón ante en la fachada del lugar, ostentoso con columnas romanas y cristal teñido negro, en el interior unos candelabros de plata, y unos meseros repartiendo vino y champán, mientras que el muchacho y su acompañante se fueron directamente a la sala de subastas, había una tensión oculta, eran de todo tipo, millonarios que llevaban más de una copa encima, ancianas con un gato como única compañía, mujeres con los ojos morados por tanto llorar, y jóvenes con la cabeza baja. Pasaron 2 horas hasta que un hombre anciano medianamente arreglado subió al podio y dijo "reciban con un aplauso a el químico Organets" y entró el gran hombre con un saco de cuero, una playera negra, botas de constructor y un pantalón de mezclilla, una vestimenta un poco extraña para un hombre que se volvería famoso y millonario. El anciano comenzó oferta inicial dos millones, los alcohólicos fueron los que apostaron más alto primero, hasta los 4 millones, las ancianas escalaron hasta los 10 millones, las mujeres solteras y los chicos cabizbajos lo subieron a 35, pero el chico apostó, 70 millones, nadie pudo competir con ese precio, prontamente el químico bajo del escenario, le entregó un maletín de acero y salieron lo más rápido posible a la calle, una vez en el auto el le dijo:
-Llévame a casa
El hombre sabía que iban a visitar al padre.
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Silent words
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