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Desde aquella fatídica noche en el que un hombre fue devorado por el hombre cocodrilo, nadie sale adelante de las 8 de la noche, el río está cercado y no se permite pescar y el ganado se guarda dentro de corrales con puertas de acero. A la medianoche después de dos días se escucha un aullido en las montañas, los habitantes temerosos, bloquean sus puertas con muebles de la madera más pesada que tuvieran, las ventanas tapadas con tablas de madera apenas dejaban escapar algo de luz, desde la montaña el pueblo luce oscuro, desierto, y desde la arboleda en el borde de la montaña se escucha, como un volcán en erupción, una bestia rugiendo, el pueblo entero aguarda a su partida, esa cosa recorre de puerta en puerta, rasguña y empuja pero siempre sigue. Pasada la noche, en cuanto se logra percibir los tenues rayos de luz, la gente sale a la plaza central, al parecer en cuanto amanece el cocodrilo se va, en la plaza se hace un recuento de gente, están todos menos uno, la gente asustada pasa 14 noches cómo está. Un momento, solo cuestión de segundos para que todo saliera mal. Tu familia está entrando a la casa, el ocaso está sobre ustedes, cerraron puertas y ventanas como las últimas dos semanas, tan acostumbrados estaban, que les salía casi perfecto, casi, ese resquicio de una tabla y otra en la ventana fue ese casi; escuchaste como el cocodrilo salía de la arboleda, su terrible rugido ronco era casi humano, como la catorcena de días pasados, se detuvo de casa en casa, estaba fuera de la tuya, se quedó más rato de lo usual, sabía que estaba ahí, ese olor como a fruta podrida y viseras te molestaba la nariz, podías ver sus patas peludas con uñas puntiagudas, frente a tu puerta y tu detrás de ella, paso poco más de un cuarto de hora y escuchaste sus pesados pasos alejarse, todo estaba bien, estaba, escuchaste un ruido de tablas rompiéndose y viste a tu hija de 5 años y a tu primogénito de 10 correr hacia ti, tu mujer con el pecho ensangrentado y con un seno desgarrado, no tardó en caer al piso y ser arrastrada de vuelta a la habitación, salió aquella cosa, con esos ojos amarillos en clavados en la larga cabeza que sostenía lo que parecía ser un brazo y la sangre goteando es aquel pecho peludo, sosteniéndose el pedazo de carne con dos brazos gruesos y unas garras tan afiladas como la de los pies, con piernas de un perro gigante, se te heló la sangre, un momento fue suficiente para que malo se convirtiera en peor, te quisiste abalanzar sobre el cocodrilo, un zarpazo en tu cara fue suficiente como para incapacitarte, tu primogénito no tuvo la mejor suerte, no supiste cuando paso ni te podías mover, pero cuando la bestia te clavo las zarpas en el tobillo y la pantorrilla, tu niña se logró esconder, pero tú niño ya yacía en el estómago del lobo, mientras te arrastraba sobre las piedras y la tierra no podías pensar, pasaste por la arboleda hasta el risco de la montaña, entraron a una cueva con un brillo azul, no supiste qué pasó, pero estabas acostado en el piso, con un cada de entre tus zarpas, como algo malo se puede convertir en peor.

Silent wordsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora