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El ambiente oscuro de un sueño es inigualable, no por la oscuridad, sino por la incertidumbre que recorría la mente de Arlin. No eran extraños esa clase de sueños que podían llegar a ser siniestros por momentos, este no sería la única excepción, la bruma negra que tapaba aquel potrero parecido a su escuela le daba un aire confuso y extraño, que aumentó cuando a lo lejos se percató de que había movimiento a la distancia. Ella se fue aproximando lentamente, era el mismo potrero que conocía solo que un poco más viejo y extraño, no sentía un terror especialmente abrumador, de hecho era como un pánico muy ligero que podía pasar desapercibido por momentos, la emoción cambió al ver repentinamente a dos personas y una entidad totalmente oscura; se trataba de Nancy, Gabriel y aquella figura femenina y de pelo corto rodeaba al último con sus brazos oscuros como la penumbra de la madrugada:
–¿Qué es esto?–Pregunto Arlin
—Estamos viendo la vida de Gabo—Respondió Nancy
¿Ver la vida de alguien? Como concepto intrigante pero como realidad preocupante, Gabriel no parecía moverse, ni siquiera parecía respirar, pero no estaba muerto. Nancy estiró su mano:
—Tócame para ver
Arlin no podía ni quería evitar la curiosidad, sabía que era un sueño y que nada le pasaría. O eso pensó. Tomó a Nancy de un hombro, y de repente, la niebla que cubría el potrero se posó sobre sus ojos impidiéndole ver cualquier cosa, escuchar cualquier cosa y oler cualquier cosa, era como estar muerto, pero comenzó el viaje. En lugar de "ver" la vida de su amigo, la sintió, cada momento en el que él estaba triste lo sentía, el vacío que de estómago y las ganas de gritar y no poder, cuando estaba enojado, solo sentía oscuridad y ganas de moverse, sintió su felicidad que le llenaba el pecho y lo hacía hablar, era como estar en un constante extasis, duro tanto que se hizo corto el tiempo en el que sufrió. Llegó un punto muerto, donde no sentía nada, hasta que lo sintió, una mano anciana y decrépita totalmente negra tomando su mando y apretándola casi haciéndola sangra, jalándola con dirección al piso tan fuerte que le lastimó la espalda, ella pedía a su amigo que se detuviera, pero solo se detuvo al abrir los ojos, estaba nuevamente acostada en su cama, con un dolor de espalda terrible y la muñeca a dolorida.

Silent wordsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora