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En un valle nevado, se acerca una carroza de plata, jalada por caballos polares; en ella vienen dos personas, una pareja de más o menos 25 años, están disfrutando de su amor. Detrás de la de plata viene una carroza de madera fuerte como el roble y cálida como una hoguera. No muy lejos de ve una pendiente donde se puede ver todo el ártico paisaje, las carrozas llegan a esa pendiente de la carroza baja un hombre de piel negra, una vestimenta gruesa y elegante para él el frío y detrás de él se abren las puertas de l carroza de plata, baja una chica pelirroja de ojos azul cristalino, de piel igual de blanca que la nieve vistiendo un conjunto de invierno adecuado para el frío y junto a ella su pareja, un hombre con el pelo desarreglado, no muy corpulento, y  con un suéter grueso pero además de eso pareciera que la temperatura no es de menos diez grados centígrados.
-Es bellísimo- Dice Amy, la chica pelirroja
–Sabía que te gustaría amor–Dice Caleb, su pareja
—Siempre me sorprende a donde nos traes— Dice Patricio, su amigo
–Tuve ayuda
Detrás de ellos estaba Adalberg, amigo de los tres, y su guardián, un hombre de un metro ochenta, ojos negros como la penumbra de una cueva, con una vestimenta particular a la de sus amigos, una armadura color negro y secciones rojas
•En el fin del mundo es lo mejor que se puede encontrar• Dijo Adalberg
-¿Hace cuanto llegaste?
•Tres días
–¿Por qué tanto viejo?
•Vamos a decir que esta explanada antes estaba llena de lobos de hielo
—Sabes que me encanta cazar, me hubieras esperado
•Tardarías 3 días en empacar tus cosas
-Bueno hay que asentarnos
El mundo había cambiando mucho después de que la madre naturaleza se volvió loca, con ayuda del hombre claro, las sociedades fueron azotadas por desastre natural tras desastre, y digamos que no todos los reactores nucleares no tiene tanta resistencia, la cuestión fue que después de eso, la mitad de la humanidad murió de golpe, un cuarto enfermo y su final fue previsible, un octavo escapó al espacio, un dieciseisavo se volvió mutante y el resto lucha por sobrevivir, sueña poco pero cuatrocientos millones de personas siguen siendo esa cifra. Comenzaron a instalar el campamento, carpas polares que creaban una capa fina de hielo para aislar el frío y conservar el calor adentro, eso en el caso de la pareja, una tienda no más grande de cuatro metros café y con una manta impermeable y con el grosor de una llanta para el cazador y finamente un saco completamente negro, blindado y hecho a la medida para el soldado, elegancia, comodidad y funcionalidad en un mismo espacio, por lo general todos se quedaban en la tienda grande que estaba adaptada para casi todos los climas excepto ríos de lava, si se sobrepasaban las dos horas; en este caso tras una adquisición de nuevo equipamiento todos dormían en tienda propia, bueno, casi todos, ¿Los soldados son soldados después de todo? Al anochecer, salieron Amy, Caleb y Patricio, Berg llevaba desde la tarde afuera, encendieron un calentador de plasma, ideal para la situación, Berg sacó piezas de carne y las cocinó sobre la bandeja equipada al cachorro de dos metros y medio de altura, incoherente con relación cuando se apagaba, del tamaño de una lata pequeña, la cuestión es que todos comieron delicioso y acto seguido comenzaron a hablar
-Bueno, hablen
—¿Les gusto el lugar?
–Por su puesto que si– Dijo Caleb con más carne que dientes en la boca
-Se nota jaja
—Nos quedaremos aquí supongo
–¿Bromeas? Este lugar es perfecto
-Todo lo perfecto que puede ser un lugar donde hay lobos de nieve
–Tienes razón pero con un cazador y un soldado no nos puede ir tan mal, además de que sabemos defendernos
-Hablando de soldados ¿Donde está el nuestro?
—Estaba sentado hace un momento
–Colina
Y en la colina no muy lejos ahí estaba alguien haciendo destellos
–Es muy raro
—Oye
-No podemos negar que lo es, pero eso no tiene nada de malo
—Si fuera malo tal vez a ti te harían falta extremidades
–Se cuidarme solo
—Y la vez de la jirafa carnívora
–Eso no cuenta ¿Verdad amor?
Su amor se encontraba camino a la colina, mientras ellos dos contaban la ocasión en la que un tiburón de pantano casi le muerde la entrepierna a Caleb, ella llegó a la colina
-¿Se puede pasar?
•Claro que si
-En especial que porque no hay puertas
Ella dio pasos ligeros hacia Berg que estaba acostado en el piso sosteniendo un rifle francotirador de rondas explosivas, con su cabello café oscuro y su labios tan rojos que parecían pintados, solo que ya no existían fábricas de cosméticos
-¿Que tal las vistas?
•Bueno, hay un río de lava por si te interesa buscar joyería o hacer armas
-Que simpático y ¿el chiste viene aparte?
Un silencio de amistad lleno el vacío de palabras vacías y Berg dijo
•Estrellas
-Estrellas
Ambos mirándolas desde donde podían, era un cielo bellísimo había cierta luz natural que a pesar de la oscuridad había un brillo natural
-Gracias por cuidarnos
•Gracias por dejar que los cuide
Hablaron quizás por cuatro horas acerca de algo, ni ellos sabían realmente cual era el tema central pero eso no importaba, no ahora, tal vez más tarde, pero la noche cayó sobre ellos y se fueron a dormir el soldado acompañó a su amiga afuera de la tienda y como era costumbre no durmió. Esa noche tal vez sería de las más importantes no de sus vidas, de la humanidad.

Silent wordsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora