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"¡Bienvenidos! Pasen a la feria de las fiestas, porque aquí el alcohol y el refresco es lo mismo" las luces de la feria no llegaban a aturdir del todo, pero era bellísimo un juego de atracciones altísimo con luces azules y a los costados carruseles que iban más rápido de lo normal con luces amarillas, en la entrada después de él taquilla las paredes giraban y una vez pasado eso, te encontrabas entre l vendimia, golosinas, juguetes y curiosidades de todas partes del mundo, de todos los colores que te puedas imaginar, dos ruedas de la fortuna que se percibían a lo lejos haciendo ondas de rojo y azul una y otra vez, montañas rusas que avanzaban a una velocidad nunca concebida para los niños de 10 años, casas de espejos con bombillas hermosas, mansiones del terror espeluznantes, gente comiendo algodón de azúcar, el lugar perfecto para vivir y nadie estaba triste ni apabullado, niño, adulto o anciano, tendrías la diversión que buscas, encontrarías pasión de nuevo aquí, lo mejor de este lugar no es solo que está abierto siempre, además, una vez que entres ya nunca te querrás ir, "¡Bienvenidos!". En cuanto Melissa puso un pie en el parque se llenó d ese espíritu de diversión, lo primero que hizo fue avanzar hacia los puestos de golosinas y antes de que pudiera pensar en ello, una persona le entregó un algodón de azúcar vociferando "¡Aquí todo es gratis!" Y aunque Melissa ya había probado los algodones de azúcar antes, este le supo como si los hubiera probado todos juntos y al mismo tiempo, la sed que sintió fue rápidamente aplacada por una soda que parecía casi hecha a la medida para ella, de limón con toques de menta que no solo le quitaban la amargura del azúcar, si no que dejaba un aire ligero y imperceptible a simple vista, después de ver a niños pasar a su lado con helados de frutas, ella inmediatamente tomó uno, parecía que esa fruta era la mejor del árbol, de la plantación entera, una sola probada te hacía sentir como que esos sabores estallaran y se diseminarán por toda su legua, poco después volteó a ver una montaña rusa a la que casi saltó de la emoción, teniendo el espacio exacto para ella sola, el juego empezó rápido y sentía el frío viento recorriendo sus rosados labios y agitando su rubio cabello, parecía que había pasado toda una eternidad en la mejor montaña rusa pero duró tan poco pero lo disfruto como nunca, así fue saltando de juego en juego, en la casa de los espejos, todos encontraban un camino distinto y se reían de sus propios errores, en la mansión de los sustos, en lugar de miedo tuvo esa adrenalina que la alegría durante un buen rato, incluso saliendo de la mansión seguía carcajeándose, incluso el museo d ellas ilusiones, en donde era igual de interesante y curiosa como la anterior, además de el olor de las hamburguesas que tenían un grosor impresionante, un pan recién horneado, los vegetales frescos y jugosos, sin pepinillos justo como a Melissa le gustaba. Mientras gozaba esa hamburguesa, observó a un showman el cual llevaba a todo una serie de acróbatas haciendo trapecio en el aire, hombres súper fuertes cargando más de cien kilos, contorsionistas caminando con las manos, magos cambiando de ropa en milésimas de segundos, hombres enormes, esa gama de personajes era impresionante, deleitaba la curiosidad de cualquiera y como fuera. Después ser ese gran show se paseo por la rueda de la fortuna, observando al parque como una ciudad por sí sola, las luces de los puestos, las distintas expediciones de los ciriqueros, las otras atracciones moviéndose de forma sublime y todas la sus restaban en par, estaban sincronizandas. La diversión no se detuvo, llegó a la montaña rusa donde finalmente desde más altitud que en la rueda de la fortuna logró ver mejor, esa ciudad tan bella y iluminada, parecía haber sido abandonada, no había luces, ni juegos, ni siguen había gente o algo, el silencio reinó el las alturas, no veía ni entendía nada hasta que escucho desde la parte de atrás del carrito una voz grave, muy grave, apenas distinguía las vocales: "Mirad hacia afuera de manera más constante" a Melissa se le erizaron los cabellos y se puso pálida hasta parecer una pared y de repente sintió la caída, tuvo miedo y comenzó a gritar y llorar, hasta que el juego se detuvo ella cesó también. Apenas salió del carrito, olvido por donde había venido, pero al mirar afuera se dio cuenta de lo que la voz hablaba, vio a los ciruqueros saliendo por una puerta muy lejana, Melissa los siguió.

Silent wordsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora