103

1 1 0
                                    

Viernes, 7 de la noche, un buen día para ir a una fiesta, Diego no era el que más destacaba para la escuela, era neutral pasando a peor, tanta inteligencia la llevaba a otro lado, específicamente a conseguir el alcohol y un lugar donde ver el sol salir. Adoraba esa sensación, estar lo suficientemente ebrio para saber que estás haciendo y soltar todo lo que te preocupa, esta noche debería ser igual o mejor; tenía todo lo necesario, un rancho de un amigo, cada quien llevaría sus bebidas y habría cierto grado se seguridad, lo único que le faltaba era un permiso o despiste de su madre. Diego había perfeccionado el arte de manipular a su madre pasivamente, solo bastaba con un par de palabras y estar bien vestido, se duchaba se arreglaba, usaba una camisa tinta marca Armani y un pantalón de mezclilla American eagle, le gustaba llevar una esclava en la mano derecha y un anillo en el pulgar de la otra; y así, el dueño de la fiesta bajaba, con el color de ojos verdes que le generaban curiosidad a las demás niñas, el color de piel perfecto, color canela claro, la cara simétrica que lucia mejor con el atuendo que le hacía lucir el cuerpo de atleta, los músculos estaban en el balance idóneo de no estirar la camisa, pero definían la fornida espalda y unos brazos extremadamente trabajados. Bajaba con esas pintas a la sala, su madre estaba en la sala, haciendo lo que sea que hace, Diego desde hace un or de semanas ha perdido la pista de que hace su madre:
-Madre, ¿Me das chance de ir a una fiesta?
–Si, si, ¿Este color es bonito? Quiero comprar una camisa para tu padre
-Si, es bonito, nos vemos al rato
–Adiós hijo, cuídate
Diego se había acostumbrado a esa corta rutina, era más sencillo que las primeras veces en las cuales solo tenía tres horas para divertirse y hacían una hora y media de camino; las cosas habían cambiado, era cierto que de vez en cuando extrañaba las preocupaciones, los permanentes te amo disminuyeron conforme crecía, nunca le llegó a perturbar realmente, lo tomaba como parte de la vida, aunque últimamente la vida se estaba haciendo más extraña. Diego subió una última vez al segundo piso y entró a su recámara, solo para reforzar el perfume, se miró en el espejo del pasillo, casi de reojo, lucia bien, entró en pánico cuando vio una macha negra en su camisa, se miró y estaba impecable, bajo sin preocuparse y La Mancha se había quedado en el espejo, ¿o era una silueta? Salió a esperar a la calle, sus amigos vendrían por el, estaban en 3 semestre de preparatoria, la mayoría manejaba, Diego también, solo que esa noche no era de buena suerte manejar, no quería llevar gente mas ebria que el a sus casas. Llegaron en un camaro, de su amigo Isaí, se lo dieron de cumpleaños, el primero, el segundo de graduación de 2 semestre; era un gran carro, deportivo y cómodo, iba a ser una gran noche. En el carro iban sus otros dos mejores amigos, Zúñiga y Uriel, parecidos entre sí, ojos cafés estándar, piel blanca, complexiones variadas como cadena de montañas, cada uno tenía el talento de beber hasta quedarse ciego y querer más:
-¿Esperas a alguien o que güey?-Isaí le pregunto sarcásticamente
-A ti licenciado
-Súbete, me da hueva llegar y todos ahí
*no subas*
Diego lo escucho como un silbido, miró a sus amigos, Uriel y Zúñiga estaban fumando y Isaí mandando mensajes, miró alrededor, solo siluetas de la oscuridad de un viernes
-¡Órale! ¿Quieres llegar mañana?- dijo Zúñiga tirando el cigarro por la ventana
Diego subió, quizá las siluetas no hablaban, solo quizá.
Se dirigieron a una fiesta, eran alrededor de las 9 de la noche, Zúñiga y Uriel platicaban vacía mente de lo que harían esta noche, tomar hasta quedarse ciego, ahogar la sobras con tabaco y lugar con otra niña, para todos era un plan excelente. Diego aislado de los demás seguía pensando en otra cosas, nada que pudiera agrupar, desde hacía meses sentía la sensación de un vacío mental, quizá era la cantidad de fiestas de los últimos meses o venía de familia como su madre; estos pensamientos corrían junto la vista de la oscura barranca que tenían a su derecha, Diego estaba cautivado desde hace rato ver de ese lado, había gente que aún iba a sus casa de madrugada, caras cansadas, caminar tosco, cada uno era una copia del anterior, Diego se prometía no convertirse en eso, tenia todo a favor, veía a cada una de las personas y estaba seguro que ninguno de ellos era como el, hasta que vio al líder de aquel particular cortejo, un hombre alto, vestía de un negro imperceptible, con un caminar impecable y la espalda recta, extremadamente elegante, Diego no dejaba de mirar a aquel danzante del vacío, el tiempo se detuvo, hasta que Isaí volvió a acelerar
-Si viste a alguien invita güey
El grupo se rio unísono, a Diego no le hizo gracia pero no podía arruinar esa salida, ser invitado y además gratis, alcohol y fiesta gratuita para un joven de La edad era un sueño hecho realidad. Llegaron a aquel rancho perdido en medio de la penumbra, Diego no volvió a ver al hombre de traje, trato de enfocarse en disfrutar, bajaron y entraron a la casa de donde salía música de banda, el chico se paró en el portal volteo hacia afuera en busca de más sombras sospechosas, pero las sombras no se estaban ocultando afuera, lo esperaban en otro lado. En la fiesta todo tenían su glamour, gente bailando en el patio trasero con un Dj que tenía buen gusto musical, todos bebían, bailaban y fumaban, Diego estaba en su ambiente, Zúñiga e Isaí inmediatamente fueron a buscar una pareja para la noche, Diego se sirvió tequila y lo preparó mientras ponían una gran canción de fondo, término de hacerla y salió a bailar, los muchos ojos discretos que lo acechaban disfrutaron del show. Una tras otra canción se difuminan las horas y la gente, apenas había encontrado a Uriel, ebrios los dos hablaban conversaciones unilaterales, hasta que llegó Zúñiga a decirles el descubrimiento que había hecho:
-Güey hay una morra que trae Mari
-¿Maria quien?-Dijo Diego
-No seas estupido, marihuana- dijo Uriel
-¿La probamos?
-No se la neta no quiero acabar tirado en El Monte
-No pasa nada
-Cállate el hocico tu y tu, vamos a probarlo güey
Subieron al segundo piso de la casa, el anfitrión no estaba particularmente preocupado por que pasara esa noche; iban Zúñiga, Uriel y Diego hablando casi gritando, hasta que frenaron en seco en la puerta, dentro habían dos chicas, Sofía y Mariana con cigarros en la mano y dos muchachos dormidos:
-¿Que pedo morros? ¿Se animan o les da culo?
Diego agarro uno como buenamente puede agarrar un cigarro alguien ebrio, Sofía se lo encendió y les dio a los demás, comenzaron a fumar y a platicar
-Síguele mariana- dijo Sofía
-¿De que hablan?- Zúñiga pregunto mientras esperaba su toque
-Del vato que se murió aquí en este rancho
-¿Que le pasó?- pregunto Diego
-El güey era vigilante de la hacienda, según los rancheros de aquí ese güey veía cosas y hacía rituales cuando no había nadie
-¿Hace cuánto murió? - dijo Uriel adormilado
-Según el dueño, el papá de Marquez, el señor se murió el mes pasado
-Como mi papá- dijo Diego dando otra calada
-¿Que pedo no nos habías dicho?
-Fue en verano y el tema no salía
La atmósfera se puso tensa, el olor del alcohol con al marihuana se volvió nauseabundo
-Síguele Mariana, ya lo supere
-Bueno, dicen que la noche que murió el señor habían visto cosas raras otros hacendados, escucharon gritos, vieron una camioneta irse, y muchos disparos
-¿Disparos?
-Si, nadie sabe a qué le disparaba pero estaba aterrado
-¿Donde lo encontraron?
-No lo encontraron
-¿Como saben que murió?
-No saben, dicen que aún se escuchan gritos de un señor siempre en la barranca pero no lo encuentran, según los demás rancheros, ese güey estaba huyendo de los muertos
-¿Cuales?
-Sabe, según mi tío son de muchos tipos o son los mismos, son las cosas que están en tu cuarto cuando se te sube el muerto, pero el señor decía que veía gente elegante, un señor vestido con una ropa imperceptible en al oscuridad, con un impecable caminar y una postura elegante
Y Diego abrió los ojos y vio en la puerta a una figura negra parada en la puerta viéndolo, miró a sus amigos que eran sombras estirando sus mando hacia a él, entró en pánico, empujó a las figura de La puerta y salió corriendo y abajo, un silencio sepulcral, toda esa gente se encontraba callada, con la mirada en blanco perdida en el horizonte, y una mano del fondo de la penumbra detrás de Diego le tocó el hombro, gritó y todas la sfiguras mostraron rostros moribundos y deformados, agonizantes y comenzaron a gritar y estirar su manos hacia el, corrió con todas su fuerzas estaba dispuesto a esconderse en la barranca antes que ser atrapado, pero las sombras solo aumentaban, en matorrales y veredas, las carreteras yacían silenciosas ante la Aparición de esas sinisestras siluetas. Diego llegó a la barranca, tropezó y cayó, comenzó a gritar desesperadamente, por ayuda, por piedad pero nadie lo escuchó, y el silencio se hizo eterno, y Diego, derrotado en una roca, vio q la temible sombra de elegante caminar, Diego gritó aún más pero nadie lo escuchaba, el ejército de sombras con los ojos brillantes lo observaba y juzgaba, Diego comenzó a llorar, a pedir ayuda "¡URIEL!¡ZÚÑIGA!¡ISAÍ!¡PAPÁ!¡QUIERO A MI PAPÁ!" La sombra comenzó a estirar la mano, y de repente, ni llanto ni herida, ni sombra o silueta, Diego se había desmayado, estaba amaneciendo, escucho ruidos distantes, unos hombres de verdad, lo estaban buscando Diego comenzó a llorar alegrado, pero débil solo pudo mirar a su mano, sosteniendo la mano en descomposición de un hombre anciano, con ojos negros y la misma expresión de terror que el, Diego gritó y todos los escucharon, pero Diego ya no quería que escuchar a nada.

Silent wordsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora