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Lunes 18:00
80 horas de atraco

Mis huellas no estaban en manos de la policía. No había fallado. No me había delatado. Todo iba bien. Ambos cumplíamos y seguía confiando en él. Mi vida dependía de ello.

Había visto al Profesor recoger pruebas. Una chapa, un cigarro, botellas de plástico... nunca supe para que lo recogía pero, si lo hacía, sería por algo.

Nairobi estaba con las rehenes contando billetes. Todos estaban trabajando porque, como bien dice Nairobi, el trabajo dignifica. Alison es la que está más disconforme con su trabajo, siempre pone mala cara a todo, y es normal.

Llevábamos el dinero desde los despachos hasta las cámaras acorazadas. Cargábamos con fardos de billetes envasados al vacío y Río y yo nos reíamos por cada fardo que dejábamos. El ánimo no decaía pero, después de la calma, siempre llega la tormenta.

Cuando no quedaba mucho para que se cumplieran las seis horas de las llamadas de control del Profesor subí a reunirme con el resto. Acabo de evitar a muchos rehenes y compañeros para poder dar de comer a la mujer embarazada.

Berlín preside la mesa, a su izquierda está Nairobi y a su derecha mi padre. Tokio camina nerviosa a su espalda. Mi hermano no ha llegado, tampoco lo ha hecho Río ni Helsinki.

Me siento en el hueco vacío que hay al lado de mi padre y nos miramos. Está preocupado y nervioso. Al siguiente que miro es a Berlín, con una actitud más despreocupada, mirando al suelo.

—Ya es la hora.—dice mi padre. Berlín mira su reloj.

—Todavía falta un minuto para las seis.—responde. Nairobi empieza a fumar. En la cárcel lo hacía pero me obligué a dejarlo. Ese humo me tienta.

—Pues dadas las circunstancias.—Denver se sienta a mi lado y nos mantenemos la mirada. Nuestro padre se está cogiendo tal cabreo...—Ya sabes por donde me voy a pasar tu puñetera puntualidad británica.

Berlín sonríe y Nairobi asiente, dándole la razón a mi padre, que ya está llamando al Profesor. Denver se ha hecho con una botella de agua que le robo. Odia que le quite las cosas pero sabe que nuestro padre no está de humor para discusiones así que, él, con su buena suerte, se llevaría la colleja más grande de su vida.

Todos miramos expectantes a mi padre, tras unos segundos tuerce el gesto y cuelga el teléfono.

—Tercera llamada sin respuesta. Eso son dieciocho horas sin noticias del Profesor y ya sabemos lo que significa eso.

Si en veinticuatro horas no habíamos mantenido contacto con el Profesor significaría que lo habrían descubierto y que estaría siendo interrogado. Todos lo sabíamos pero no queremos aceptarlo.

—Tampoco sabemos nada de la policía.—Berlín bebe de una taza de plástico sin preocupación alguna. Él sabe algo que el resto no. —Seguro que está pasando algo fuera ¿que hacemos?

—Bueno, todavía queda una llamada para completar el ciclo.—comienza a responder Berlín.—A las doce de la noche.

—¿Que ciclo? ¿El ciclo de la puta ratonera?

—Denver...—me pongo en pie y me voy hacia la pared de los teléfonos, me cruzo con Tokio, que va directa a por Berlín.

—Denver, deberías ser como Montauk, más tranquilo.—me giro y miro a Berlín, está sacando una botella de vino y dos copas.—El Profesor estará atando algún cabo suelto. No hay nada de que preocuparse... aún.

Berlín se acerca a mí y me da un beso en la sien, delante de todos.

—De momento seguimos vigilando rehenes e imprimiendo billetes con tranquilidad. Montauk y yo vamos a descansar un poco.

Montauk | LA CASA DE PAPELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora