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Lunes 21:00
83 horas de atraco

Todo caía a nuestro alrededor, se deshacía en pedazos, todo en lo que creíamos, todo lo que habíamos prometido que no pasaría estaba pasando. No había nada sólido a nuestro alrededor. Todo lo que podría haber prevalecido, ha caído. Berlín ha caído. Nairobi ha resurgido como nuestra salvadora.

—Lo que te estoy diciendo, Profesor, es que esto es un desmadre.—continúa diciendo Nairobi mientras, a su espalda, Berlín no deja de sangrar.—La situación aquí dentro es crítica.

Miro hacia la cámara. Quiero entender al profesión. Desaparece y, cuando piensa que nadie la ha cagado, se da cuenta de que el líder de la banda ha entregado a una de sus compañeras, casi mata a otra y, este, ha caído.

—Tokio ha jugado a la ruleta rusa con Berlín atado en una silla, después Berlín la ha entregado a la policía y, luego, Montauk ha desertado y casi la ejecuta como en un puto fusilamiento vietnamita.

Y cuando todo parecía ir peor, Nairobi no se dejó nada en el tintero.

—Ah, y Helsinki ha ahogado a Oslo.—Nairobi me indica que empiece a curar a Berlín. Asiento y voy a por el botiquín.—Estaba vegetal. Helsinki dice que es lo que él hubiera querido. Ya lo ves, Profesor, esto es un puto desastre de campeonato. Así que no tengo más remedio que tomar yo el control de la situación hasta que las aguas vuelvan a su cauce.

—Pregúntale que mierda hacía con la policía.—dice Denver.

—Profesor, aquí dentro necesitamos saber en qué situación estamos.

Termino de vendar a Berlín y me siento a su lado, acaricio su mejilla con mi dedo y me permito sonreír.

—Mira, tú haz lo que tengas que hacer ahí fuera, que mientras tanto yo voy a arreglar las cosas aquí dentro. Y ahora te voy a pasar la llamada, que seguro que es de la carpa.—Nairobi cuelga y me mira.—¿Has terminado?

Asiento y me pongo en pie con las manos a la espalda. Denver mira de un lado a otro con nerviosismo y empieza a negar. Helsinki me coloca una brida y sonrío a mi hermano. Próximo destino: despacho del director general. Compañeros: rehenes. Helsinki me deja en la sala, ante la atenta mirada de todos y le sonrío.

—Ahora, tú también rehén.—me da un empujoncito y cierra la puerta. Me alegra mucho ver a Mónica, tan sana, al que no me alegra tanto ver es al puñetero Arturito.

Todos me miran con reticencia. Ninguno confía en mí. Arturito se pone en pie y Mónica se acerca con preocupación.

—¿Qué ha pasado?—Mónica comprueba que no tenga ni un arañazo, como yo hice con ella.

—Casi me mata el amor de mi vida, he de decir que yo me lo he buscado.—miro a Mónica y le sonrío.—Nada grave...¿que tal esos puntos?

Mónica me sonríe y Arturito se acerca a nosotras, aparta a Mónica y se queda mirándome.

—¿Casi te mata el macarra?

—Vuelve a llamarle macarra y te parto la cara, aquí y ahora.

—Denver es su hermano. Son gemelos.—añade Mónica para intentar bajar los humos. Va a traicionar a mi hermano.

—¿Y quién es tu amante?

—Berlín.—determina Alison.—Se les ve desde lejos.

Nadie dice nada, de hecho creo que me tienen hasta miedo por haberle plantado cara. Al rato entran Denver con Nairobi a por los rehenes. Mi hermano se agacha a mi lado durante un segundo y besa mi frente.

Montauk | LA CASA DE PAPELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora