Sábado 22:09
36 horas de atracoEra curioso como todo el equipo sabía que Denver era hijo de Moscú, pero nadie sospechaba que Montauk también formaba parte de la familia. Supongo que era porque mi padre no hacía más que pegarle collejas a mi hermano, matándole neuronas y dejándole más tonto de lo que es, mientras que yo me apartaba un poco más de ellos.
Y mientras mi padre y yo apuntábamos con la misma seriedad a la maldita rejilla de ventilación, esperando a que salga la policía, me doy cada vez más cuenta de ello. De que, si la gente se fijara sólo un poco, verían en mí retazos de mi padre. Algo se mueve, pero, esta vez, retrocede. Bajamos las armas y al fin limpiamos la sangre de nuestros monos.
—Quien era el padre. —empiezo a frotar el mono de mi padre con fuerza.
—Tú que crees, papá.
—No quiero pensar que es Berlín.
—Pues no lo pienses, papá, no si te va a doler. —me agacho y beso a mi padre en la frente, él me abraza. —Tengo que subir con las rehenes. Nos vemos luego.
—Hija. —me giro. —Ten cuidado.
—No sufras por mí, papá, estaré bien.
A estas alturas ya llevábamos ciento setenta y dos millones de euros. Algo más de tres millones de billetes de cincuenta que se iban amontonando en grandes churros por toda la fábrica.
Me encuentro con Río por el camino y lo sigo hasta la única televisión que había en toda la Fábrica, en caso de que perdiéramos contacto con el Profesor, esa televisión nos salvaría.
Encenderla fue el gran error de Río. Al entrar me puse a adivinar cuantos de ellos tenían familia, una familia que pudiera renegar de ellos. Berlín no parecía que la tuviera, tan solo sus cinco divorcios y amigos de la cárcel, los serbios tampoco parecía que tuvieran familia. Nairobi y Tokio, seguro que en sus casas ya estaban al tanto de todo lo que hacían. Y el último que me quedaba, el pequeño y joven Río, un crío de veinte años que se escondía detrás de la pantalla de un ordenador. El adorable y tierno, pero inocente, Río.
Su padre estaba renegando de él, mientras cogía a su madre de la mano, en directo. Tokio es la primera en levantarse y desconectar la televisión.
—El Profesor dijo que nada de noticias externas. —y Tokio intenta acariciarlo, pero sale hecho una furia. Ella intenta seguirlo, pero la detengo. No es el momento, cariño, no ahora.
Busco a Berlín, quiero verle, necesito verle, así que me voy a uno de sus dos despachos, al que se encierra con las cortinas echadas para que nadie del mundo exterior le pueda observar. En treinta y tres horas ha ido un sinfín de veces, siempre solo y siempre oculto.
Llamo a la puerta y él abre. En la mesa hay un pequeño neceser rojo, debajo de un paño blanco que intenta ocultarlo. Un neceser que lleva la gente que tiene que inyectarse alguna medicina.
—Que agradable sorpresa. —dice mientras me mete dentro del despacho y cierra la puerta, no sin antes asegurarse de que nadie nos ha visto. Berlín, el precavido. —¿Por qué hueles a alcohol, Ana?
—He vuelto a sangrar. —miento, no puedo decirle que Mónica está viva y que le he salvado la pierna. —Ha sido menos, pero necesitaba limpiarlo.
—¿Sigues teniendo cólicos o mareos? —me siento sobre la mesa, con las piernas ligeramente abiertas y Berlín se coloca en medio.
—No son tan fuertes como al principio. —Berlín asiente y me recoge el pelo en una coleta alta que ata con una goma que sale de mi muñeca. —Lo que has dicho antes...
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Montauk | LA CASA DE PAPEL
Fiksi PenggemarMontauk fue condenada injustamente a siete años de cárcel por algo que ella no hizo que, junto a su padre y su hermano, se une a uno de los atraco más grande de la historia junto a otros miembros. Berlín asume el papel de cabecilla, Moscú es el exp...