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Evito la forja. El olor a metal fundido, gasolina y sudor me da náuseas. Se supone que debería estar sacando el oro y a veces voy a hacerlo. Paso mucho tiempo con Estocolmo y Río. Evito a Berlín, por la cuenta que me trae. 

Duermo con Nairobi que siempre está acompañada por Bogotá. Que siga viva me parece todo un milagro. Hoy, Bogotá, ha traído una silla motorizada. 

—¿Para cuando despierte?—Bogotá asiente antes de colocarse a su lado, a hacer la comprobación rutinaria de como está. Siempre viene a verla. No se ha saltado ni un día. —Le va a encantar. 

—Berlín te está buscando. —suspiro. No sé por qué lo sé. No sé por qué me lo esperaba. —¿Qué coño ha pasado?

—¿Vas a ejercer de terapeuta matrimonial o nos centramos en la terapia familiar?—Bogotá me mira impasible. —Siento que lo que le ha pasado a Nairobi...

—No es tu culpa. —termina Bogotá con seriedad. —¿No era el mejor momento para follar? Pues no ¿Era inevitable? Pues tampoco... has salvado a Nairobi, no te martirices más.  Eres joven, estás enamorada y atracando el banco de España. Sois los nuevos Bonnie and Clyde. No veía a Andrés así...

Andrés. Lo conoce de antes. Me pongo en pie y me acerco a él con lentitud, maldice por lo bajo y se cruza de brazos. Bogotá es enorme, pero me siento con la fuerza suficiente como para derribarlo si fuera necesario. 

—Lo has llamado por su nombre. 

—Lo conozco desde hace años. —responde con seriedad. —Sé las normas, pero es absurdo que las mantengamos, al menos en lo que respecta a Andrés. 

—¿Conoces a...?

—Tatiana, sí. 

Asiento un par de veces. Claro que la tiene que conocer. Sería uno de los invitados de los que me habló cuando vi el plan. 

—Tengo que volver a la fragua. —anuncia Bogotá. —¿Vienes?

—Es un par de horas bajo. —Bogotá asiente y sale de la sala. Me quedo a solas con Nairobi y el ruido del respirador. 

Juego con el pelo negro de Nairobi durante unos minutos. Recuerdo lo ilusionada que estaba con la noticia de que iba a ser madre. Estaba completamente enamorada con la idea de ser madre. 

—Hola, mi vida. —Berlín llama a la puerta y entra con un andar prepotente y orgulloso, como hace habitualmente. Siempre entra así. —Me he enterado de la discusión con tu hermano. 

—Yo ya no tengo hermano. —Berlín apoya su mano en mi hombro y se sienta a mi lado. Apoya su frente en mi sien y sujeta mis manos entre las suyas. —¿Ha pasado algo?

—Lisboa está viva. —Está viva. Miro con sorpresa a Berlín y este asiente un par de veces. —Está viva y coleando. Vamos a salvarla. 

—¿Confías en ella? —Andrés enarca una ceja y me mira inquisitivamente.

—No del todo, pero es nuestra cuñada y no nos queda más remedio que confiar en sus buenas intenciones ¿Qué te hace sospechar?

—Sierra no parece que se deje intimidar y Raquel es...

—Madre.

Me pongo en pie y él sigue sentado. No muestra ningún tipo de expresión, simplemente me mira con cierto cansancio.

—¿Y crees que eso le hace débil?

—Débil no, vulnerable. Si hubiéramos tenido un hijo me sacrificarías por el bienestar de él... y eso mismo pasa con Raquel: traicionaría a Sergio por el bienestar de Paula. Nos traicionaría a todos por ella.

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⏰ Última actualización: Sep 06, 2021 ⏰

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Montauk | LA CASA DE PAPELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora