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Apenas me dejan dormir, me paso día y noche encerrada en esa sala, pudiendo hablar solo con Sierra, algo que no era demasiado agradable. Todas mis conversaciones con ella eran una partida de ajedrez, una no demasiado buena. Por ahora estábamos en tablas, ella tenía todas las de ganar, pero yo tenía toda la información que necesitaba. Podría haber sido una partida violenta, pero ambas sabíamos que me resignaría aún más si se ejerciera la violencia.

Así que estábamos en plena guerra psicológica ¿había dicho partida de ajedrez? Me he equivocado, esta es la partida de cartas más extraña que he jugado nunca. No me sentía tan cansada desde que estuve en la cárcel.

—¡Buenos días!—Alicia pega un golpe en la mesa y hace que me despierte de un respingo. Sabía que me estaba erosionando, pero no contaba con que he pasado peores cosas y en peores situaciones. —Volvemos a empezar. Dónde está el Profesor.

—Vaya deja vú me acaba de dar.—me recuesto sobre la silla y jugueteo con mis dedos.

Hubo un día en el que mi hermano y mi padre le pidieron a Sergio que metieran a Juanito, el mejor amigo de Dani y el ahijado de mi padre. Ese día mi padre gritó que él era el Dani de toda la vida y mi padre, como siempre, le echó la bronca. Mientras tanto, Andrés, dibujaba con tinta china en su cuaderno a dos manos. Era impresionante. Y las bromas de la impresión de billetes cabrearon a mi hermano.

Juanito ¿cuál era mi relación con él? No nos llevábamos muy bien de pequeños, pero cuando volvió convertida en Julia... encontré en ella la hermana que siempre quise y nunca tuve. Y ella estaba dentro, podría haber buscado consuelo en ella, pero no podía arriesgar su privilegiada posición como infiltrada entre los rehenes. Y cuando Julia me contó que le había vacilado a mi hermano con que le gustaba... hacía tiempo que no me reía así.

—¿Tienes hermanas, inspectora Sierra?—me atrevo a interrumpirle después de su discurso. Ella coloca sus brazos sobre la mesa y empieza a mover la cabeza, intentando descubrir lo que estoy pensando.

Y ojalá pudiera decirle que pienso en el chico del golpe, en él y en mi hermano, que ahora era mi aliada en todo lo que tuviera que ver contra Daniel, pero nada serio sino en nuestras discusiones absurdas.

—Echas de menos a tu hermano ¿no? Estabais muy unidos, iba a verte todas las semanas a la cárcel aunque no le dejaran entrar...que adorable.

—He tenido suerte, la gasté toda con el imbécil de Denver, pero bien gastada eh.

—Así que ya no tienes esperanza eh, ya no tienes esperanza de salir de aquí libre...¿sabes cuál va a ser la diferencia entre la primera vez que fuiste a la cárcel y esta?

—¿Que voy a quedarme sin vis a vis íntimos?

—No, cariño, la comida de conciencia y el saber que no volverás a ver a tu gemelo. No volverás a ver a tu querido Daniel Ramos. No vas a volver a ver a tu hermanito del alma.

Ahí me ha doblegado. Ha ido a lo que más me duele, directa a la única fisura de mi escudo aparentemente inquebrantable. Claro que va a ser diferente. La primera vez estaba sola y no tenía más opción, ahora el estar sola me era mucho más difícil, me había acostumbrado a estar rodeada de los que me importan.

Después de otra sarta de discursos de Alicia y de más y más horas sin dormir, que cada vez que cerraba los ojos golpeaban la mesa y me despertaba sin saber donde estaba ni que hacía. Bebiendo café a punta pala y perdiendo la noción de todo.

Recuerdo la última navidad que celebramos, fue en verano. Cuando organizábamos el atraco y vino el grupo de apoyo a la comida. Cuando Sergio y Nairobi ponían la mesa y ella le pidió ser el padre de su hijo, esa noche me preguntó que me parecía y no me hacía gracia la idea, pero no era una decisión que me correspondiera. Luego bromeamos con un hermano para Isabella, aunque los dos queríamos y prometimos intentarlo.

Montauk | LA CASA DE PAPELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora