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Habíamos entrado en estado de guerra.

Mientras luchaba por salvar a Nairobi; Berlín, Río, Denver y Palermo estaban salvándonos a nosotros. Nairobi tiene la mirada perdida, la sangre sigue brotando de su pecho y su vida sigue extinguiéndose. 

Helsinki y Estocolmo son buenos enfermeros, mientras yo desinfecto con alcohol todo el material quirúrgico, ellos tiemplan la sangre y la preparan para la operación. Un pitido me avisa de que se está ahogando. 

La han puesto de lado y, por la posición en la que está puesto el detector diría que es la sexta o la séptima costilla, la parte baja del pulmón. Una operación de riesgo para la que no estábamos preparados, pero que no nos quedaría más remedio que llevar a cabo. 

—Berlín.—todos nos miran, este asiente y se acerca a mí. Ellos siguen intentando que Nairobi recobre el aliento y la exhalación que suelta me confirma que lo han conseguido. 

Berlín se coloca a mi lado, finge que seca los útiles con un paño desinfectado, no es la primera vez que lo hace y tampoco será la última. 

—Tenemos que sacarla. —le digo en un murmuro. 

—Ana, ya hemos hablado de tus capacidades, eres perfectamente apta para llevar a cabo una operación como esta... y el Profesor no quiere cabos sueltos ni fuera de estos muros. 

—Seamos realistas, le han atravesado el pulmón, está muy mal y yo no soy cirujana. 

—Para eso está el cirujano de Pakistán, para que te oriente. —Andrés deja el bisturí en mis manos y me mira con severidad. —Nairobi no va a salir de aquí por mucho que me lo pidas. 

Nairobi comienza a suplicar que la saquemos, con voz ahogada y cubierta de sangre pide vivir en la cárcel para no morir ahí dentro. 

—¿Y si fuera yo la que estuviese ahí?—Andrés mira un segundo hacia la improvisada camilla y luego me vuelve a mirar a mí. —Y yo te suplicara que me sacaras. 

—Tendrían que pasar por mi cadáver para sacarte de aquí. 

Andrés me deja a un lado y agarra la mano de Nairobi que le suplica a él que le lleve con la policía, él niega un par de veces mientras acaricia su cabello negro. Tokio se coloca a su lado y da media vuelta para ver que plan tramamos para sacarla de aquí. 

Teníamos que resistir, era algo que no dejábamos de repetirnos. Teníamos que mantener el control para poder sobrevivir. Palermo se lleva a Berlín para hablar con el Profesor y cada segundo que usábamos era uno menos para Nairobi. Realmente sabía como podría ir una votación: 

¿Helsinki? Su mejor amiga, con la que había recorrido todo el mundo, votaría por salvarla, por lo que ella quisiera. Helsinki la sacaría. Bogotá, está enamorado de ella, así que cumpliría también sus deseos ¿Tokio? Tres cuartos de lo mismo y, puede, que mi hermano también nos apoye porque es lo más inteligente. 

Río seguramente querría mantenerla dentro, como Berlín y Palermo. 

Estocolmo es una gran incógnita, podría ajustar la balanza a un lado o al otro. 

—Por qué viene Palermo con el almendrita.—murmura Denver a mi lado y con la mirada fija a la puerta principal, miro a su dirección y suspiro. —Le voy a partir la cara. 

—El gobernador ha estudiado tres cursos de medicina en el ejército, va a colaborar con la intervención. 

De repente siento todas las miradas clavadas en mí, esperando algún tipo de reacción a la noticia. No era agradable para ninguno de los presentes, pero teníamos que dejar nuestras emociones de lado y pensar en Nairobi. 

Montauk | LA CASA DE PAPELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora