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Domingo 12:06
50 horas de atraco

Paella. El maldito plato favorito de Daniel. Creamos la tradición de comerla los domingos, nuestro pequeño placer semanal. Y sabía que esta no le iba a gustar porque, Nairobi, con todos sus ovarios, le había echado cebolla.

—¿Y por qué no va a entrar la policía?—preguntó Tokio mientras le pasaba un plato de paella a Berlín. Nos tocaba a mi padre y a mi servirla. El muy valiente de él me acarició el muslo con disimulo, una caricia que acompañó con una sonrisa pícara.

—Pues porque vamos a echar la llave por dentro.—Denver se echó a reír y recibió una risa burlona por parte de Tokio.—Como se pica eh...

—No van a entrar—es increíble como todo se calma cuando el Profesor habla, como todo se sumerge en una tranquilidad que llega a ser preocupante. —porque nadie va querer que entren.

—Que pasa ¿que van a querer hacer un referéndum?—intentó bromear Nairobi mientras reía . Me atrevo a sonreír mientras me siento entre Helsinki y mi hermano, justo enfrente del Profesor. Nadie se ríe. Ha sido una broma demasiado inteligente.

—Año 2011, un grupo de chavales empieza a ocupar la Puerta del Sol. La plaza más emblemática de toda España y llegan a reunirse allí más de veinte mil personas.

—El 15-M ¿no?—el Profesor me dio la razón. Mi padre, con su look campestre, me sonrió con orgullo. Me hacía feliz que se sintiera orgulloso de nosotros.

—Eso es. —el Profesor me dio la razón con una pequeña sonrisa.—Si nos llegan a decir a cualquiera de nosotros que veinte mil personas iban a acampar en la Puerta del Sol durante todo un mes, sin que la policía entrara, no lo hubiéramos creído jamás, hubiéramos dicho que era del todo imposible.

Viví el 15-M pegada a la televisión, como muchos españoles vivirían nuestro atraco y ocurriría lo mismo que con el 15-M, la gente se dividiría en dos bandos: los que quieren que la policía entre y los que no.

—Pero así fue.—dice Berlín. —Y la policía no entro.

—Por qué.—el Profesor nos mira a todos, nadie sabe que responder.—Porque toda España estaba con esos chavales.

—Ya,—dice Tokio con seriedad.—pero esos chavales llevaban tiendas de campaña y nosotros llevamos pistolas. Un poco diferente ¿no?

—Pero—atención, Helsinki, va a hablar, es un hecho histórico.—política es política. Dinero es dinero ¿no? Y sangría es sangría.

Todos nos reímos mientras él levanta la jarra de sangría. Miro mi copa, llena de agua, luego observo como las de los demás están llenas de vino. Denver, sin mirarme, me tiende su cerveza para que le pegue un trago. Sabe que me apetece, así que lo hago.

—No, no. En Serbia, por esto, policía entra.—no entiendo lo que dice, debe ser algo así como a vuestra salud, porque empieza a beberse la sangría desde la jarra, provocando quejas en todos.

—Nosotros,—continúa hablando el Profesor.—vamos a ser los resistentes atrapados en esa ratonera, de la misma forma que ellos fueron los resistentes de la Puerta del Sol. Y la resistencia siempre cae bien. Y bueno, si eso no funciona...

—Tú tienes tu público ¿verdad?—interrumpe Nairobi con una sonrisilla, provocando risas entre nosotros y confusión en el Profesor.—Nada, nada,perdona, sigue, sigue.

—Gracias.—le responde el Profesor con una sonrisa.—Si eso no funciona, la policía sabrá que tenemos armas de asalto, que tenemos explosivos. Ninguna unidad de élite va a saber diferenciar a los rehenes de los atracadores. Ningún ministro del interior va a dar la orden de entrar. Ninguno.

Montauk | LA CASA DE PAPELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora