Sergio y yo vivíamos en una eterna luna de miel, una que parecía perfecta y que deseábamos que durara para siempre.
El precio que hemos tenido que pagar ha sido muy alto, pero aquí estamos. Disfrutando de nuestra vida en Filipinas.
Despertarse en esa cama balinesa era la mejor sensación del mundo. Sergio es muy madrugador y siempre se queda mirándonos, desde hace tres meses no dormimos solos. Hace un año que me enteré de la gran noticia, a los pocos meses de llegar a Filipinas. Fue todo muy rápido. Nos casamos el mismo día de mi llegada, al mes ya estaba embarazada y, ocho meses después, Isabella estaba con nosotros.
Sergio eligió su nombre. Isabella, la isla más grande del archipiélago ecuatoriano de Los Galápagos. Bella, su pequeña Bella, a la que le canta el Bella Ciao porque es la única canción que la hace dormir.
Palawan era nuestro paraíso, nuestro mundo lleno de amor y paz, pero esa paz se vio turbada por una llamada de teléfono. Una llamada que lo cambiaría todo.
Estábamos jugando nuestra partida diaria de ajedrez, Isabella estaba comiendo, no produzco tanta leche, pero ella se sacia. Le tocaba a él mover ficha. Voy ganando y no lo quiere admitir, pero le molesta. Mi reina está en peligro, él lo ha visto y está aprovechando. Una llamada. Sergio se queda mirándome un par de segundos antes de ponerse en pie y salir de la habitación.
Me pongo en pie, con Isabella en brazos, y salgo a la playa. Theresa, una chica que trabaja en nuestra casa, se acerca a mí para llevarse a la niña, asiento y la dejo en sus brazos, no sin antes mirar sus ojos azules y acariciar el poco cabello de color café que tiene.
Empiezo a recordar el día que nos fuimos, como nos montamos en ese carguero portugués sin llamar la atención y la fiesta que se organizó después de enterarnos que estábamos en aguas internacionales. El abrazo de mi hermano, de Nairobi, Helsinki...
Unos sobres rojos. Había uno para cada pareja. Mi hermano contó que me iría con ellos, no fue así, por supuesto. El Profesor me puso dos destinos: a Rwanda o con él a Filipinas. Me fui a Burundi y después a Rwanda y estuve trabajando como voluntaria, sin gastar un solo euro. Necesitaba limpiar mi alma. Necesitaba estar en paz conmigo misma.
Sólo él sabía donde estábamos, nos aprendimos los números. Eran números de teléfono, números de células durmientes que nos llevarían hasta él. Siempre dudé en llamarle, pero el día que lo hice...fue el mejor de mi vida.
—Tengo que ir a Tailandia.—determina Sergio con cierto nerviosismo mientras se coloca a mi lado y los dos observamos el mar.—Tokio me ha llamado.
—Lo entiendo.—le respondo con una sonrisa.—Espero que me traigas dulces...
—No lo dudes.—Sergio y yo nos sonreímos y seguimos mirando al mar, uno abrazado al otro.—Ana, que me haya llamado Tokio no es buena señal.
—Ni se te ocurra ofrecerme que me vaya de casa con nuestra hija de tres meses, Sergio Marquina.
Sergio asiente. Esa noche parte hacia Tailandia en una barca a motor que se compró cuando llegó. Un beso de despedida para Isabella, una mirada, una caricia y un volveré pronto para mí. Todas las cosas que hago con Sergio desaparecen por un día. No tengo a nadie para jugar al ajedrez, ni para practicar artes marciales, ni nadie que me observara por encima del hombro mientras leía legislatura española.
Me siento vestida sobre la arena, el agua cubre mis pies. Tengo conmigo mi acompañante más fiel en los dos últimos años: el código penal español. Alguien corre hasta mi encuentro y se agacha a mi lado: Sergio.
—¿Y Tokio?
—Ana,—murmura Sergio con completa seriedad.—haz las maletas. Tienes que irte con Bella...
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Montauk | LA CASA DE PAPEL
FanfictionMontauk fue condenada injustamente a siete años de cárcel por algo que ella no hizo que, junto a su padre y su hermano, se une a uno de los atraco más grande de la historia junto a otros miembros. Berlín asume el papel de cabecilla, Moscú es el exp...