Asher Hiddleston es un fanatico de las carreras de Nascar. Desde pequeño supo que correr estaba en su sangre. Que la adrenalina era su vida. Ahora, él nunca pensó que con una carrera clandestina iba a cambiar su vida. Con apenas 16 ganó su primera c...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Asher
Holden fue el primero en romper el silencio con una estruendosa risa. El señor Lewiston mira a mi amigo entre divertido y confuso mientras yo solo quiero cavar un hoyo y enterrar mi cabeza. Conozco a mi amigo y sé que está a punto de decir uno de sus comentarios idiotas que dan ganas de matarlo.
—Señor, deje la droga. Eso va a terminar por matarlo. Mire que le queda muchos años de vida para desperdiciarlos en esas mierdas —. El señor Lewiston parpadea varias veces anonado como si todavía no captara lo que mi amigo le acaba de decir.
—¡Holden! ¿Pero qué demonios dices? — Cubro mi cara con mi manos avergonzado.
—Solo digo la verdad. Perdone si lo estoy ofendiendo, pero no es bueno mentir de esa manera. En este momento no confío en usted y tampoco creo eso de que sea el decano de NASCAR. Hay muchas cosas que no cuadran y aquí hay muchas personas con planes retorcidos. ¿Quién me dice a mí que usted no es de esas personas que secuestra jóvenes y vende los órganos? Va a tener que hacer mucho más que decir su nombre y su título para que yo le crea todo lo que dijo.
—Aunque no me gusta la manera en que mi amigo abarca el tema de la desconfianza, tengo que admitir que yo también desconfío de todo esto. No soy de juzgar, ni buscar estereotipos, pero es bastante raro que un decano de NASCAR venga a un lugar como este. Donde el peligro no se puede evitar y las amenaza con armas se ven en cada esquina. Así que más vale que empiece a dar hechos—. Holden asiente de acuerdo y se cruza de brazos al lado mío. Robert sonríe divertido y niega su cabeza sutilmente.
—Es increíble cómo no caen en cuentos. Eso es bueno, no todos en esta vida tienen intenciones buenas. No soy un drogadicto y tampoco secuestro jóvenes para vender sus órganos. ¿Quieren hechos? Pues acompáñenme—. Hace una seña a su carro para que nos montemos. Holden y yo nos miramos y los dos nos cruzamos de brazos.
—¿Qué parte de que no confiamos no entendió? Creí que hablaba español. No nos subiremos a su auto—. Holden vuelve hablar en un tono bastante serio. Robert baja su mano y nos sonríe una vez más. Enarcó una de mis ceja esperando a que hable.
—Bien, entonces yo iré con ustedes en su auto—. Le hace una seña al personal que anda con él y todos comienzan a movilizarse. —¿Están bien con eso?
—Es suficiente, pero si tratas de engañarnos le meto con el martillo que tengo en el carro—. Lewiston solo ríe y yo no creo que Holden hable en broma. Los tres caminamos hasta el auto siendo seguidos por muchas miradas.
Nadie dice nada en el transcurso de encender y arrancar el auto. Jakobson no deja de darle miradas de ojos entrecerrados a Robert.
—¿Va a decirnos que hacía una persona tan importante como usted en un lugar tan peligroso y de poca gama?
—Tienes un arte increíble para las carreras Asher—. Holden saca el martillo y se lo enseña para que vea que no estaba jugando cuando dijo que le metería con él si esto se trataba de una falsa.