—¿pero que demonios hiciste? —es la primera palabra que sale de mi boca al reaccionar, y es solamente para reclamarle a Emiliano.
—calmate Natalia, —me dice serio—; no es el momento para reclamos, ya llegaremos a mi casa y hablaremos.
—peroo....—intento replicar, pero el rapidamente se desabrocha el cinturon y se abalanza sobre mi boca, se apodera totalmente de mi cuerpo. —¿por que lo hiciste? —le digo cuando el se separa y vuelve a su lugar—¿por que golpeaste a mi profesor? tendre problemas—me paso las manos al rostro desesperada.
—Emiliano—le vuelvo a repetir, pero el tiene cerrados los ojos, lo puedo ver através del antifaz, el evita contestarme, bueno ya que no me contesta saldre del auto, intento abrir el auto pero este no cede.
—¡maldición! ¡abre maldita puerta! —gruño—Emiliano abreme la puerta del auto.
—lo siento pero la puerta no se abrira por mas que lo intentes— y se ríe el muy descarado.—te dihe que ya pronto llegaremos y ahi. podras decirme todo lo que quieras.
Lo observo y comienza a hablar por teléfono, contesta en otro idioma, y por lo poco que eh estudiado y visto en peliculas es Mandarín, me quedo callada observandolo, es sumamente atractivo, tiene la barba perfilada, la nariz respingada y unos labios que ¡por dios! me vuelve loca.
—Me estas mirando demasiado—me dice.
—¡no estas loco! —le respondo, me pilló mirandolo, y me volteó a mirar por el cristal negro, para que el no vea que eso hacia.
—bien como tú digas—menea su cabeza en negación y esboza una media sonrisa
Me quedo quieta y cierro los ojos, me propuse no volver a verlo y aqui lo tengo a pocos centimetros de mi, inhalo aire y me llega su perfume, simplemente embriagador, entreabro los ojos tratando de que el no me pille mirandolo, ¡error! el me esta viendo, con sus ojos negros.Me obligo a cerrar rápidamente los ojos, pero el se ríe, su risa es contagiosa y de pronto me veo ríendo con el, como si ya nos conocieramos de años.
El auto se detiene y un enorme portón de rejas color ocré se abren, dejando a la vista un enorme jardin con rosas de muchos colores, una mansión, si una mansión, es enorme, me quedo con la boca abierta, incredula, este hombre es rico, muy rico.
—¿Es tu casa? —le pregunto asombrada.
—una de mis casa—me contesta presumido.
Su chofer se acerca y le abre la puerta, el baja y camina a mi lado de la puerta y me abre la abre, me toma de la mano y caminamos a su mansión, el piso púlido, les juro que me serviría de espejo por que bien que se refleja mi cuerpo. Me guía a una oficina, se adentra y cierra la puerta, me quedo parada esperando que diga algo.
—sientate—me ordena,
Lo hago me siento, el se quita su saco quedando solamente con con camisa.

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Mi Maestro
AléatoireNatalia estaba por cumplir 18 años, cuando su hermana Betty le regala una sesión de sexo, ahí conoce a Emiliano un Maestro del sexo, el cual le propone enseñarla, ella acepta y ambos juegan un juego muy peligroso, en el cual el que se enamora pierde.