El cielo

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Natalia*

—¿que te parece mi antigua habitación?—me pregunta Emiliano.

—me parece muy linda y acogedora, tiene un toque masculino con esos posters de futbol, ¿cual es tu equipo favorito? no puedo saberlo ya que tienes a varios—le pregunto.

—pues, digamos que no tengo un preferido, pero francamente me inclino hacia el Barcelona,—me contesta y enseña una camiseta color roja oscura.—Esta camiseta esta firmada por todos los jugadores del aquipo Barcelona.

—¡vaya!—exclamo y observo laa firmas—¡woow! tienes la firma de Leo messi—le digo asombrada.

—si, el y yo tenemos uno que otros negocios—me explica—te lo puedo presentar si gustas—me sugiere.

—por supuesto que me encantaría, seria fabuloso, ¿conoces muchos lugares, o países? —le pregunto mientras dejo la playera en su lugar.

—Bueno, conozco algo si, pero siempre voy por asuntos de trabajo, eh trabajo muy duro para llegar a donde estoy, a lo que tengo.

—si me imagino, pero se ve que antes les iba bien—me atrevo a decir, ya que su casa se mira bien, y grande.

—Ven—me señala la cama, donde el camina y se sienta.

Camino hacía él, y tomo asiento.

—noto que tienes curiosidad venadita—comienza a besar mi cuello.—y como hoy estoy de buen humor, te contare un poco de mi pasado.

Antes yo era muy pobre, esta casa como la miras—señala con su mano el alrededor—no era nuestra, mi madre tuvo la suerte de enamorarse de un tipo que la engaño, y la abandono, mis abuelos la rechazaron y ella quedo desamparada, yo estaba pequeño pero tengo memoria de aquello, un tiempo vivimos debajo un puente, cosa que no era muy grata pero era lo que había—él cierra los ojos intentando recordar y toma mi mano buscando fortaleza, se nota que le cuesta contarmelo.

—Emiliano, si no quieres contarme esta bien, yo lo entendere —le digo.

—no te dije que quiero contartelo, no se, contigo me siento en confianza, prosigo—lleva su dedo a mi boca y delinea mis labios, —¿te eh dicho que me gusta mucho tu cabello? tus rizos son muy lindos—de pronto cambia de conversación me adula y juega con un mechón suelto.

—gracias—le respondo cohibida y me imagino que tengo la cara roja, por lo que me dijo.

—como te decía, —prosigue—mi madre conoció a un hombre muy bueno, era un hombre rico y millonario, que le ofreció a mi mamá trabajo sin pedir nada a cambio, como has observado mi madre es muy hermosa, pues es hombre uno en un millón, como yo digo, le dio trabajo y a mi estudio, era un hombre solo, jamás se caso, y me queria como a su propio hijo, me enseño todo lo que se, pero yo no acepte su dinero, menos su empresa, me forje desde pequeño a sacar mi negocio, cosa que estaba el muy orgulloso se mí; murió feliz, el y mi madre años despues se hicieron novios, ella heredo todo de mi padre, por que él era mi padre, esta casa es de él, esta tal y como cuando yo era pequeño, mi madre a querido conservarla tal y como el la tenía; lo único que ella agrego fue su rosal.—termina de narrar.

—¡wow! vaya me eh quedado sin palabras, eres un hombre asombroso Emiliano, eres un magnifico hombre—le digo sincera.—admiro lo que has conseguido y logrado tú solo, igual se que pasaste por mucho ciando eras pequeño, pero eso te hizo fuerte y capaz.

—Gracias, ahora soy yo el que no tiene mas palabras por decir— dice sin mas.

—pero bueno, agradezco que me hayas tenido confianza, —le toco su barba y beso sus labios como agradecimiento de aquello.

 Mi MaestroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora