❅❋❉❆²

1.4K 180 126
                                    


Al llegar a casa, la comida ya está servida.

- Hola -saludo al entrar en la cocina, quitándome los auriculares. Jamás comemos en el comedor, que solo utilizamos cuando viene algún amigo importante de mi padre.
Así es mi familia: todo farsa, todo mentiras por todas partes. Humo y espejos, una ilusión que no existe. Al igual que mi vida.

- Hola, hijo -dice mi madre con una sonrisa cansada que me hace suponer que ya ha discutido con mi padre al menos una vez ese día-. Lávate las manos y siéntate, que vamos a comer ya.

- Llegas tarde, niño -gruñe mi padre a modo de saludo, con esa amabilidad especial que reserva solo para mí-. Llevábamos un buen rato esperándote.

Pongo los ojos en blanco, pero no le contesto. Nunca es buena idea contestar a mi padre cuando está enfadado.

- Vamos, no exageres, que acabas de sentarte. No seas tan duro con él -lo reprende mi madre, y yo se lo agradezco con una tímida sonrisa. Sin embargo, la cuchilla que llevo en el bolsillo parece hacerse más pesada.

Pronto.

- Tú no me toques los cojones, que no me tienes para nada contento -replica mi padre-. Bastante tengo con tener que comerme otra vez la puta sopa. ¿Es que no podías haber hecho otra cosa?

- Era lo que tocaba hoy -responde mi madre con un hilo de voz.

- Lo que tocaba, lo que tocaba -repite él con retintín-. Unas buenas golpes son lo que viene tocando ya en esta casa. Y tú, niño, ¿es que no vas a decir nada? ¿Por qué carajos llegas tarde?

- Lo siento -me disculpo a regañadientes, tras lo cual me descuelgo la mochila y la dejo en la silla que solía ocupar Miru mientras trato de buscar una excusa apropiada-. Salimos tarde de la última clase.

- Siempre llegas muy tarde los lunes -continúa quejándose, incansable-. ¿Qué asignatura tienes a última hora?

- Lengua.

Él frunce el ceño, poniendo en evidencia su desprecio hacia cualquier cosa que tenga que ver con libros.

- Pues no entiendo por qué tiene que alargarse tanto la clase.

Me esfuerzo por no poner los ojos en blanco otra vez, y reprimo nuevamente la tentación de contestar. Mi padre es de esas personas que consideran que asignaturas como Lengua y Literatura son innecesarias, y le molesta mucho que tenga la habitación llena de libros y dibujos, pero es lo que hay. Al menos, tengo el apoyo de mi madre en eso. Gracias a ella, puedo tener un libro nuevo siempre que quiera. Bueno, siempre que no sean más de tres al mes. Ese es el límite.

Odio que mi padre se comporte así conmigo. Supongo que, en cierto modo, siempre he sido una decepción para él.

Conociéndolo, no quiero ni pensar lo que pasaría si llegara a enterarse de que soy gay, probablemente me echaría de casa. En ese sentido, es exactamente igual que mis compañeros de clase: un cavernícola de mente cerrada más en un pueblo lleno de cavernícolas de mentes cerradas. No sería capaz de soportar la vergüenza y la humillación pública de que a su hijo le gusten los chicos, y menos con el trato que ya me da sin saberlo.

La comida transcurre con normalidad o, lo que es lo mismo, entre las mentiras y medias verdades que ya se han vuelto tan habituales en mi día a día, aderezadas con las quejas de mi padre.

- ¿Qué tal el día? -me pregunta mi madre con sincero interés, mirando de reojo a mi padre con sus grandes ojos castaños.

- Bien -respondo sin entrar en detalles.

影┆𝚜𝚑𝚊𝚍𝚘𝚠 ; 𝚖𝚊𝚜𝚑𝚒𝚔𝚢𝚞 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora