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Cuando salgo del ascensor tengo el corazón en un puño, y siento tantas náuseas que temo estar a punto de vomitar.

- Estás seguro de que no estará tu padre, ¿verdad? -pregunta Yoonbin, con el ceño fruncido por la preocupación.

- Cien por cien. A esta hora trabaja, y le he mandado un mensaje a mi madre antes de salir para asegurarme.

- Si está, voy a partirle la cara.

- No va a estar.

- Más le vale -continúa él, enfurecido-. Como lo vea, lo reviento. Te lo juro.

- Yoonbin, de verdad, no hace falta que pienses en eso todavía. Nadie va a reventar a nadie. Y, de todos modos, ya te he dicho que no está.

- Pues vamos allá.

Hago girar la llave en la cerradura y abro la puerta, con el corazón martilleándome en el pecho a pesar de mis palabras.

Enseguida oigo unos pasos rápidos y aparece mi madre por el pasillo, corriendo hasta lanzarse a mis brazos. La abrazo con fuerza mientras rompe a llorar, y le acaricio el pelo torpemente para tratar de calmarla, a pesar de que yo mismo estoy tratando de contener las ganas de echarme a llorar también.

Nos quedamos así durante un rato y, cuando nos separamos, cierro el pestillo de la puerta antes de seguirla hasta la cocina.

- No puedes irte de casa, Mashiho -dice en voz baja, con ojos suplicantes-. Es una locura.

- Lo siento, mamá. Ya te lo he dicho. Está decidido, y no vas a hacerme cambiar de idea.

Ella suspira y cierra los ojos, y de repente parece veinte años más vieja... y me odio. Sé que le duele que quiera marcharme, pero también sabe que no puede obligarme a vivir con alguien que me pega simplemente por ser lo que soy.

Hemos pasado toda la tarde hablando por teléfono, y sé que en el fondo lo comprende, aunque le resulte casi imposible aceptarlo. Sabe que es necesario si quiere que esté bien. Y, después de todo, ella es mi madre, y lo único que quiere es precisamente eso, que esté bien.

- ¿Adónde vas a ir, hijo?

- De momento, con Yoonbin.

- ¿No les importará a tus padres? -pregunta dirigiéndose a él, que niega con la cabeza.

- Para nada -le asegura con una sonrisa, pues sus padres siempre me han adorado-. Dicen que estarán encantados de tenerlo con nosotros.

Ella suspira, y puedo ver claramente en su rostro el dolor y la vergüenza que le produce toda esta situación.

- No sé... Mashiho, no sé si es una buena idea.

- Mamá, no pienso quedarme con ese hijo de puta ni un día más. Lo siento, pero no voy a cambiar de opinión.

Suelta un suspiro y cierra los ojos durante unos segundos antes de contestar. Cuando vuelve a abrirlos, me doy cuenta de que algo en ellos ha cambiado. Como si lo hubiera aceptado.

Asiente con la cabeza.

- Es tu decisión.

- Ven conmigo.

Me mira fijamente, como si no hubiera entendido mis palabras, como si no se lo hubiera dicho ya mil veces.

- ¿Qué estás diciendo, Mashiho?

- Que te vengas conmigo. Podemos alquilar un piso para los dos, no importa que sea pequeño. Podemos arreglárnoslas.

Suelta un suspiro.

影┆𝚜𝚑𝚊𝚍𝚘𝚠 ; 𝚖𝚊𝚜𝚑𝚒𝚔𝚢𝚞 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora