Me encerré en el cuarto de baño, tratando de tener aunque fuera un instante de paz, unos momentos de tranquilidad en medio de la tempestad a la que tenía que enfrentarme un día tras otro en el instituto.
Ya habían pasado dos semanas desde el comienzo de las burlas y los insultos diarios, y no parecía que estos fueran a cesar en un futuro próximo. Cada minuto que pasaba allí era un auténtico infierno, y con cada día que transcurría deseaba más todavía no haber nacido o, al menos, no haberle dicho nada a Jihoon. Las cosas siempre habían ido bien entre nosotros, o al menos tan bien como podían ir dada la situación, y yo lo había jodido todo. Y, desde entonces, nada había vuelto a ser igual. Y jamás volvería a serlo.
Distraído con mis propios pensamientos, me hice un corte sin querer mientras me afeitaba el escaso vello que crecía en mis mejillas. El dolor fue breve pero agudo, y me apresuré a lavarme la herida con agua y pegarme un trocito de papel higiénico para que no siguiera sangrando mientras terminaba de afeitarme.
Cuando acabé un par de minutos después, me di cuenta de algo sorprendente, durante aquellos breves momentos desde que me había cortado, me olvidé de mis problemas. Era como si el dolor los hubiera hecho desaparecer, como si hubieran dejado de existir momentáneamente.
Eché un vistazo a la maquinilla de afeitar.
Pero no. No podía hacerlo. ¿Y si me cortaba más de la cuenta, y si el experimento se me iba de las manos? Mis compañeros habían convertido en su misión ocuparse cada día de que mi vida fuera una mierda, pero tampoco quería suicidarme. No estaba tan desesperado, o al menos, eso creía.
Y sin embargo...
Un corte era solo un corte. Por hacerlo una vez, tan solo por probar qué tal, no pasaba nada.
¿Verdad?
Me metí en la bañera con la maquinilla.
La observé, y la cuchilla pareció sonreírme al brillar bajo el fluorescente del baño. La acerqué a mi antebrazo, dubitativo. Era solo un corte, nada serio. No quería suicidarme. Tan solo quería probar, ver lo que sentía. Ver si realmente podía hacer que el dolor desapareciera. No iba a convertirme en un adicto a los cortes ni nada parecido; no estaba tan loco. Podría parar cuando quisiera.
Acerqué la maquinilla a mi piel y presioné; al principio un tanto indeciso, pero después con más seguridad. Me costó, pero finalmente conseguí que brotara la sangre. Noté un dolor agudo y desconocido, pero que al mismo tiempo me resultaba extrañamente agradable. Todos los pensamientos relativos al instituto desaparecieron de mi cabeza mientras observaba la herida.
Me había hecho cuatro cortes rectos, y la piel había quedado ligeramente levantada para dar paso a la sangre. Apreté alrededor de la herida, y el líquido brotó un poco más. Mis dedos quedaron empapados de sangre, y me los llevé ante los ojos para observarlos más de cerca. Era curioso que algo tan simple fuera capaz de tanta vida, de tanta muerte.
Y entonces me di cuenta de que funcionaba.
El dolor de los cortes, la sangre que se deslizaba por mi piel, me ayudaban a olvidar el infierno en el que se estaba convirtiendo mi vida.Volví a presionar la cuchilla contra mi antebrazo, ejerciendo esta vez un poco más de presión. La sangre manó con más rapidez, y también en mayor cantidad. El dolor también fue más intenso, pero lo agradecí, mis pensamientos se nublaron completamente, de modo que solo quedamos yo, la cuchilla y aquel líquido rojo, solos en aquella bañera.
Cuando el dolor comenzó a remitir, me hice un nuevo corte. Sin embargo, me di cuenta de que la maquinilla de afeitar no era el objeto más apropiado, y cortarme con ella me resultaba un tanto difícil.
Tendría que conseguir una cuchilla mejor.
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影┆𝚜𝚑𝚊𝚍𝚘𝚠 ; 𝚖𝚊𝚜𝚑𝚒𝚔𝚢𝚞
Fanfic¿𝑇𝑜𝑑𝑎𝑠 𝑒𝑠𝑎𝑠 𝑝𝑒𝑙𝑖́𝑐𝑢𝑙𝑎𝑠 𝑦 𝑠𝑒𝑟𝑖𝑒𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑡𝑒 𝑐𝑢𝑒𝑛𝑡𝑎𝑛 𝑙𝑜 𝑚𝑎𝑟𝑎𝑣𝑖𝑙𝑙𝑜𝑠𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑠 𝑠𝑒𝑟 𝑔𝑎𝑦, 𝑣𝑖𝑣𝑖𝑟 𝑟𝑜𝑑𝑒𝑎𝑑𝑜 𝑑𝑒 𝑐𝑜𝑚𝑝𝑎𝑛̃𝑒𝑟𝑜𝑠 𝒉𝑒𝑡𝑒𝑟𝑜𝑠 𝑚𝑜𝑑𝑒𝑟𝑛𝑜𝑠 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑖𝑛𝑠𝑡𝑖𝑡𝑢�...