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– ¿Te apetece un café helado? –pregunta Junkyu una vez en la cafetería, acordándose de mi mentira de la semana pasada. Tomo nota mentalmente de que algún día tendré que contarle la verdad, no quiero que haya secretos entre nosotros, sin importar lo pequeños que sean.

Aunque también tengo que contarle los grandes, y sé que eso va a ser más difícil todavía.

– No, en realidad hoy no tengo muchas ganas de café. Prefiero tomar un chocolate caliente.

Pedimos nuestras bebidas y nos dirigimos hacia la mesa, la misma del otro día, que vuelve a estar desocupada. Reconozco alguna cara de la semana pasada entre los demás clientes, y me doy cuenta de que lo más probable es que muchos ya tengan su asiento habitual. Echo un vistazo a la mesa, y sonrío al darme cuenta de que ha comenzado a convertirse en algo nuestro. Eso es nuevo para mí, pero me gusta la sensación de tener algo para nosotros.

– La verdad es que me quedé con ganas de hablar más el otro día –dice tras sentarse frente a mí, mirándome con esos bonitos ojos rasgados que parecen observarme hasta el fondo de mi alma. Trato de reprimir una sonrisa, aunque no lo consigo del todo.

– Yo también –confieso–. En realidad todavía no sé casi nada de ti. ¿Cuántos años tienes?

– Diecisiete. –Por favor, Mashiho, no cites Crepúsculo ahora si no quieres que salga corriendo–. ¿Y tú?

– Dieciséis.

Junkyu parece sorprendido.

– ¿En serio? Pareces mayor.

– ¡Hey, ya! –replico con un bufido–. Siempre me han dicho que soy bajito para mi edad. Parezco un niño.

Muchas veces he pensado que eso tiene algo que ver con que se metan tanto conmigo, físicamente parezco un niño, y por lo tanto es más fácil utilizarme como víctima.

– No sé, quizás sea por tu forma de hablar –dice, encogiéndose de hombros–. Pero a mí no me pareces un niño en absoluto, eso te lo puedo asegurar –añade con una media sonrisa.

– Si tú lo dices... ¿Cuándo cumples los dieciocho?

– En febrero, así que todavía faltan unos meses para que puedan meterme en la cárcel. ¿Cuándo cumples tú los diecisiete?

– Aún falta un poco más, es en marzo.

– Bueno, tampoco falta tanto, tan solo es un mes después del mío –señala–. ¿Tienes pensado algo especial para celebrarlo?

– No, la verdad es que no –admito, encogiéndome de hombros–. Supongo que iré a tomar algo con mi mejor amigo y su novia, pero ya está... No soy muy popular en el instituto precisamente.

Él parece apenado al oírlo.

– ¿Puedo preguntar por qué?

No sé si contarle la verdad, una parte de mí me impulsa a hacerlo, pero la otra tiene miedo. Quizás salir del armario dos veces en menos dos días sea demasiado y no vaya a tener tanta suerte la segunda de ellas. Quizás resulta que es hetero total y pasa de saber nada más de mí si se entera de que soy gay. Claro que, si es así, mejor saberlo cuanto antes, ¿no? Si no tengo posibilidades con él, prefiero saberlo pronto antes de hacerme ilusiones y luego llevarme una decepción, por que aún no me gusta, no no no. Aquí no es como el instituto. Si la gente comienza a meterse conmigo, con dejar de venir a las clases de judo tengo suficiente.

Pero en realidad no quiero que eso pase. No ahora que parece que he encontrado por fin mi lugar, un sitio donde creo que puedo encajar después de todo lo que ha pasado.

影┆𝚜𝚑𝚊𝚍𝚘𝚠 ; 𝚖𝚊𝚜𝚑𝚒𝚔𝚢𝚞 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora